
Aprovechando que este es el primer post oficial acerca de mis viajes, vamos a ir un poquito hacia el pasado y les voy a contar sobre mi primer viaje: Sídney, Australia. Mi primer destino en esta aventura de viajar sola.

Desde el vamos, fue un caos de emociones. Para ser honesta, dejar Argentina fue la parte más fácil. Si bien sabía que iba a extrañar a mi familia y a mis amigos, estaba tan emocionada por empezar esta nueva etapa en mi vida que me ganaba la emoción. No hubo lágrimas ni tristeza al despedirme en Ezeiza (al menos de mi parte), y con mucha alegría me subí al que sería el vuelo más largo que tomé hasta ahora, con rumbo a Australia.
Ahora, vamos por partes. Voy a admitir que mi principal preocupación hasta el momento era que el viaje duraba 45 horas y no tenía cómo bañarme en el medio. Inicialmente, había reservado un vip para ducharme en el aeropuerto de Dallas, durante una escala. Pero después la aerolínea me cambió los vuelos y ya no frenábamos ahí, por lo que perdí la reserva y me resigné (sin mucha alegría) a no poder ducharme por lo que durara el viaje. Créanme, llegar a un hostel a conocer gente nueva sin haberme bañado ni cambiado por dos días enteros no estaba en mis ideales, pero no veía mucha más alternativa. Sin embargo, y por suerte, me cancelaron el último vuelo y la aerolínea me mandó a un hotel cerca del aeropuerto de Los Ángeles para pasar la noche y volar al día siguiente. Por lo que, pese a que el viaje pasó a ser de 56 horas en total, me pude duchar y dormir en una cama decente, y a eso yo lo llamo ganar.
Una vez que llegué a Sídney, ahí sí empezaron los nervios fuertes. No solo porque me tenía que mover en una ciudad que no conocía, ya de noche, con prácticamente todo cerrado, sino que además tenía que luchar con una valija de 32 kg, un carry-on de 10 kg y mi mochila, que vaya uno a saber cuánto pesaba (sí, eso de viajar ligero no es lo mío). Ni hablemos del estrés que me generaba saber que tenía que llegar sin conocer a nadie y socializar. ¡Socializar! Los cólicos que tuve todo ese viaje hasta el hostel fueron insuperables. Pero por suerte, y para mi sorpresa, cuando llegué había otro grupo de argentinos que habían pasado por lo mismo solo unas horas antes y enseguida nació una amistad, o el principio de una, y la organización de los planes para recorrer la ciudad al día siguiente.
Con el tiempo, y viendo todo el viaje en retrospectiva, la verdad es que tuve mucha suerte de llegar en la época en la que llegué a la ciudad. Coincidí con una medida del gobierno para incentivar el turismo, por lo que los primeros diez días todos los bondis y trenes que tomamos con mis amigos para movernos (siempre dentro de los límites de la ciudad) fueron gratis. Y eso, para unos argentinos recién llegados y muy cortos de presupuesto, fue una salvación, porque nos permitió recorrer lugares que, si hubiéramos tenido que pagar para ir, no hubiésemos podido.
Si nunca fueron a Sídney y solo vieron las típicas fotos del Opera House y el Harbour Bridge, créanme que es una ciudad INCREÍBLE, con muchísimas más cosas que ver que esas dos. En el poco tiempo que estuve, pude recorrer el jardín botánico, que es un lugar enorme y muy lindo. Fui a distintos suburbios de los alrededores, como Manly, que tiene unas playas hermosas para pasar el día. Pude ir también a la región montañosa “Blue Mountains”, que está a dos horas en tren de la ciudad y tiene distintos caminos y bosques donde se pueden hacer varios trekkings. Dicho esto, voy a dejar de nombrar las distintas cosas que hice y se pueden hacer en Sídney, porque ya me siento una publicación de TripAdvisor. Mejor lo dejamos para otra entrada.
Otra cosa que tuvimos a nuestro favor todos los que llegamos en ese momento, fue que Australia recién volvía a abrir las fronteras después de la pandemia. Por lo que conseguir trabajo no nos llevó tanto tiempo como decían que antes llevaba, o ahora al parecer. De hecho, casi todo mi grupo de amigos se fue directo a trabajar en distintas Solar Farms. En mi caso, tuve la oportunidad de ir a otra ciudad, en la parte oeste de Australia, a hacer trabajo de hospitalidad. Ya les contaré en otro momento acerca de esa experiencia.
Volviendo a Sídney, creo que, al menos en ese momento, era un buen lugar para iniciar y conseguir oportunidades. Estando ahí, no solo pude conocer gente y nuevos lugares, sino que pude tener mis primeras experiencias laborales en inglés. Con una amiga nos habíamos anotado en una agencia de trabajos casuales, y gracias a eso terminé trabajando en un partido de rugby y otro de “footie” (si nunca lo oyeron nombrar, es porque es uno de los tantos inventos australianos).
Yo solo vendía comida, pero fue muy divertido ver cómo la gente se comportaba y reaccionaba ante los resultados de los partidos (nada igual a lo que se ve en Argentina, créanme). También trabajé en la reinauguración de un hotel, y tuve que sostener durante tanto tiempo unas bandejas con copas de champán, para recibir a la gente. Les juro que sentía que se me iba a doblar la muñeca para el otro lado y se me iba a caer todo. Cuando lo vemos en las películas, no somos conscientes de lo MUCHO que pesan esas bandejas con copas, como para llevarlas tanto tiempo. Al final, casi rogaba que la gente me agarrara las bebidas que ofrecía.

Pero bueno, para ir cerrando la historia y en resumen, las tres semanas que estuve en la ciudad, para mí, fueron las mejores primeras semanas que podría haber tenido. Con amigos nuevos, disfrutando de unas vacaciones, practicando otro idioma y aprendiendo a moverme sola en otro país. Fueron el inicio perfecto de esta aventura de viajar sola por el mundo.
Con respecto a mis amigos, me gustaría hacer una mención, y es que creo que a veces no somos conscientes del impacto que podemos tener en la vida de las otras personas. Estoy segura de que los chicos no saben lo bueno que fue para mí haberlos conocido en ese momento, que me hayan abierto los brazos de la forma en que lo hicieron y que, pese a que después cada uno siguió su camino, hasta el día de hoy y para siempre van a tener un lugar asegurado en mi corazón. Porque esas semanas para mí fueron y serán inolvidables. Fue una aventura que se sintió tan increíble y genuinamente buena, que sentí que no podía estar mejor encaminada, nada podía salir mal de ahora en más, estaba tomando las decisiones correctas. Creo que fue la primera vez en mi vida que me sentí así (spoiler alert: fue la primera, pero no la última).

En fin, me dejo de poner sentimental por el momento. Espero que les haya gustado leer sobre mi primera experiencia viajando. Si quieren saber más sobre algo que haya mencionado o tienen alguna duda o consulta sobre la ciudad, no duden en dejarme un comentario.
¡Nos leemos en la siguiente entrada!
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