Exmouth: Lecciones en el Paraíso

Exmouth: Lecciones en el Paraíso

¡Hola de nuevo! Espero que estén muy bien esta semana y que se hagan un rato en su día para leer la entrada de hoy. Sinceramente, se me hizo difícil escribir esta publicación porque me ganó la nostalgia y aparecieron esas ganas de volver, aunque sea por un día, a esta ciudad tan hermosa. Hoy les voy a contar sobre Exmouth.

Si bien mi plan original antes de viajar a Australia era ir directamente a esta ciudad, después de mis primeras tres semanas en Sídney me sentía un poco frustrada de estar yendo. En parte porque no había podido irme con mis nuevos amigos, y en parte porque necesitaba un trabajo urgente (cuestiones económicas) y eso me tenía bastante preocupada. Pero les mentiría si les dijera que esa preocupación y esa frustración duraron más de unos pocos días.

¿Conocen esa sensación cuando de repente todo empieza a salir bien y uno siente que está en el lugar correcto, en el momento indicado? Bueno, eso era lo que yo sentía a la semana de estar en Exmouth.

El motivo principal por el que fui fue para reencontrarme con una de mis mejores amigas, que vivía ahí en ese momento. Pero terminé teniendo mucho más para agradecerle a esta ciudad, donde aprendí tantas cosas y crecí para empezar a convertirme en la persona que soy hoy en día.

Una de las primeras cosas que hice fue subirme al auto que me prestó mi amiga, ir al centro de la ciudad (no se imaginen nada grande, eran dos cuadras con toda la furia) y buscar dónde dejar mi CV.

Conseguí trabajo en el primer lugar que vi, una panadería. No voy a entrar en detalles sobre la entrevista; basta con decir que a los diez minutos ya había acordado empezar al día siguiente con una prueba de unas horas. ¿Lo malo? La hora: ¡tenía que estar ahí a las cinco de la mañana! CINCO DE LA MAÑANA, yo, que si me levanto a las diez es con mucha fuerza de voluntad.

Al día siguiente, a esa hora, ya estaba en la panadería. Me pasé las horas tratando de memorizar cómo se llamaba cada cosa que vendían, mientras atendía y charlaba con la gente. Las que luego fueron mis amigas se reían y decían que cuando hablaba en inglés, se me transformaban por completo la voz y la personalidad. Y era verdad. No me pregunten por qué, pero cada vez que tenía que hablar en inglés, me invadía la personalidad de Xuxa: la voz se me agudizaba, me volvía mucho más entusiasta de lo que soy en realidad, y parecía que estaba cumpliendo el sueño de mi vida trabajando ahí. Por suerte, después de unos meses me calmé y empecé a parecer más “normal” en mi modo inglés.

Ahora, si bien logré estabilizarme un poco económicamente, también me tuve que enfrentar a una nueva realidad: aprender a estar sola. Admito que ese fue el aprendizaje más grande que tuve en la ciudad.

Hasta ese momento, yo creía que sabía estar sola. Pensaba que, con la pandemia y la cuarentena, había aprendido a disfrutar de mi propia compañía. Y la verdad es que no estaba tan equivocada, pero una cosa es estar sola en casa cuando sabés que todo el mundo también lo está, que nadie está haciendo ningún plan copado. No es una soledad 100% elegida, pero tampoco te queda otra. Y es más fácil de procesar. En cambio, en Exmouth, yo no quería estar sola. Quería estar compartiendo todo eso con alguien, pero no tenía con quién. Mis amigos en la ciudad estaban trabajando, no teníamos los mismos días libres, y ¿el resto de mis amigos? Bueno, estaba lejos de todos, básicamente. Así que ahí vino el nuevo aprendizaje: aprender a estar sola, incluso cuando no quería.

Todavía me acuerdo la primera vez que cargué el auto y me fui a pasar el día a una playa completamente sola. Fui a Sandy Bay, una playa dentro del Parque Nacional Cape Range que se terminó convirtiendo en una de mis preferidas para esos planes, porque nunca había mucha gente y era muy tranquila (además de hermosa).

Aunque no fue fácil, valió la pena. Si bien disfrutaba mis momentos de soledad y trataba de hacer planes copados, aunque no tuviera con quién compartirlos, siempre había una parte de mí que necesitaba compañía, que lo deseaba. Algo bueno del parque es que no había señal de celular, por lo que tuve que enfrentarme a ese miedo: ni siquiera podía tener el consuelo de estar conectada con alguien a la distancia. Era solo yo, el mar, mi lona, mi libro y la nada misma.

A medida que iba aprendiendo a disfrutar de mi compañía, también gané la confianza para hacer cosas nuevas. Tengo que admitir que me da mucho miedo probar cosas nuevas. Le tengo pánico a hacer papelones y a lo que la gente pueda opinar (por eso este blog también es todo un desafío para mí), lo cual me lleva a no intentar nada que no sepa que voy a hacer bien. Un embole, ¿no?

Una de las cosas buenas de viajar es que estás constantemente expuesto a probar cosas nuevas, quieras o no. Y si le ponés un poco de voluntad, aún más (y créanme que si había algo que tenía en Exmouth era voluntad). Bueno, para todo menos para aprender a surfear, ese fue un no rotundo. Pero gracias a esa voluntad, a mi amiga Vicki y a la gente que conocí esos meses, hice snorkel por primera vez, vi tortugas marinas, nadé con tiburones, con tiburones ballena, paseé en lancha, intenté hacer wakeboard en el mar (solo intenté, no lo logré), vi ballenas saltar y saludarme con sus aletas, y podría seguir enumerando cosas por horas.

Todas estas experiencias fueron increíbles y me enseñaron muchísimo, pero sobre todo me ayudaron a disfrutar del momento y a sacar lo mejor de cada situación.

Para cuando terminó mi tiempo en Exmouth, ya estaba convencida de que había cumplido un ciclo ahí y quería seguir viajando. Pero para eso necesitaba un auto propio, así que me lancé a mi primera gran aventura como “backpacker”: irme a Perth con un completo desconocido en su van.

Ir a Perth desde Exmouth implica manejar más de 15 horas. El avión no era una opción, ya que quería ahorrar para comprarme un auto. Así que busqué en Facebook si alguien iba hacia allá en las fechas que necesitaba. Por suerte, Marco, un chico alemán que estaba viviendo en la ciudad, se iba justo, y aunque no nos conocíamos, decidimos hacer el viaje juntos y dividir los gastos. Fue toda una novedad para mí. Si no hubiera aprendido todo lo que mencioné antes, no sé si me habría animado.

El viaje fue largo, con algunos silencios incómodos, pero me llevó directo a Perth, donde me esperaba mi próximo objetivo (del cual les hablaré en otra publicación, porque hoy ya se está haciendo largo).

Ahora bien, tengo que admitir que, aunque fueron meses hermosos que recuerdo con muchísimo cariño, también fue un período complicado. Yo estaba tratando de encontrarme a mí misma, de encontrar mi lugar en el mundo. Soñaba con encontrar un gran amor que me diera vueltas todo y me hiciera feliz. Y créanme que estuve muy lejos de eso. Hubo citas fallidas, “enamoramientos” no correspondidos, llantos varios, papelones a montones. Pero, ¿lo suficiente como para no querer volver? No, ni cerca. Mientras todo eso pasaba, la balanza siempre se inclinaba hacia lo positivo. Cada cosa “mala” se veía superada por algo mejor, y por un sentimiento muy profundo de que estaba haciendo lo correcto, de que esto era lo que necesitaba vivir en ese momento para aprender más y lograr mis objetivos en Australia.

Cada destino en el que viví me dio la oportunidad de crecer y aprender algo nuevo. Pero Exmouth tiene un lugar muy especial en mi corazón, porque fue la primera vez desde que me animé a subirme a ese avión que realmente tuve que plantearme si esto era lo que quería para mi vida. Fue el primer empujón hacia descubrirme a mí misma, entender qué me gustaba y qué no, y cómo podía cambiar lo que no me hacía feliz. No fue fácil ni perfecto, pero fue muy útil, y fue un privilegio recorrer ese camino en un lugar tan hermoso como Exmouth.

¿Y ustedes? ¿Hay algún lugar al que le tengan cariño por haber aprendido algo en particular? ¿Sienten que siguen buscándose o ya están más convencidos de quiénes son? Yo creo que la búsqueda nunca termina, pero uno nunca sabe 😉

La semana que viene les dejo más info sobre Exmouth y todas las cosas que se pueden hacer para disfrutar de esta ciudad en su totalidad. ¡Déjenme en los comentarios qué les pareció esta publicación y nos leemos en la próxima!

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