
¡Buenas! Hoy estoy muy entusiasmada por todo lo que les voy a contar. Se trata de una aventura más reciente: la última ciudad en la que vivimos antes de comenzar este blog, Montalbano Elicona. Y quédense hasta el final del post porque viene con una sorpresa 😉
Como ya mencioné en entradas anteriores, cuando me fui de Italia en enero de este año, estaba muy enojada con todo lo que implicaba este país: su cultura, su burocracia, su sociedad. No me gustaba para nada la idea de tener que volver, pero seguía teniendo mi objetivo pendiente: la ciudadanía italiana.
Durante los meses que estuve en Argentina, busqué distintas ciudades para volver, siempre en el norte del país. El problema fue que conseguir alojamiento donde establecer residencia era complicado, por no decir solo caro, y para cuando faltaban solo tres semanas para viajar, nosotros todavía no habíamos logrado conseguir nada. Así que no nos quedó otra que ampliar la búsqueda e incluir al sur de Italia como un posible destino.

Así fue como terminamos en Montalbano Elicona, un pueblo de la provincia de Messina, en la región de Sicilia.
No vamos a fingir que la idea me gustó de entrada, porque sabemos que no. Había googleado el destino antes de viajar y parecía lindo, pero de internet a la realidad suele haber una gran diferencia, así que no quise hacerme muchas ilusiones.
El 7 de mayo de 2024, una Delfina muy asustada volvió a emprender el viaje hacia el sur de Italia, con menos convicción y ganas que nunca. Pero una vez ahí, el pueblo me dio la bienvenida y me mostró lo equivocada que estaba.




Para empezar, era hermoso. Un pueblo medieval, con una parte histórica completamente cuidada y mantenida, que te invita a recorrerla cuantas veces puedas. La gente era amorosa y cálida, siempre con una sonrisa y buena predisposición para ayudarte, responderte, venderte o lo que fuera necesario en el momento.
El departamento que habíamos conseguido era amplio y luminoso, y lo más importante: solo nuestro.

Y para colmo, conseguimos trabajo como “cocineros” a menos de una semana de haber llegado, lo cual era una prioridad en ese momento (como siempre). Si bien al final de nuestra estadía ya no queríamos saber nada más del restaurante, la verdad es que el trabajo en sí no estaba mal y era bastante entretenido. La cantidad de horas por día eran agotadoras, pero nos ayudaban a pasar el tiempo y, en mi caso, a controlar la ansiedad por el trámite de la ciudadanía, que cada vez parecía más lejano.
Tanto Nino como Rita, los dueños del restaurante, fueron siempre muy amables con nosotros y nos enseñaron a preparar cada una de las especialidades de la cocina, algo de lo que ya les voy a contar más adelante.



No teníamos mucho tiempo libre para disfrutar de los alrededores del pueblo, pero nos tomamos como costumbre ir todos los lunes al Caffè Trinacria, cerca de la plaza principal, a desayunar con un café y un cornetto de crema y otro de chocolate. Honestamente, creo que fueron los cornettos más ricos que comimos estando en Italia, y si algún día llegan a estar por el pueblo, les recomiendo que no se los pierdan.
Ya más acomodada, y un poco menos enojada con Italia, empecé a notar las cosas buenas que trajo esta segunda vuelta, como el hecho de que pude mejorar muchísimo el idioma. Pasé de hablar como Tarzán todo el tiempo, a solo hacerlo de vez en cuando, logrando mantener conversaciones enteras con italianos sin trabarme. Aprendí a disfrutar de las cosas buenas de su cultura, como la cocina, y a dejar pasar las no tan buenas, como el machismo (que siempre está, no importa la zona a la que vayas). Y ni hablar de los paisajes y los atardeceres que nos regalaba el pueblo en general.





El momento que más disfruté de estar en el pueblo, fue durante las festividades de agosto. Como en el resto de Italia, se celebran distintas fiestas durante este mes, y en este caso la principal fue la celebración de la Madonna della Providenza. Esta consistía principalmente en bajar a la Virgen de la iglesia donde está situada, hacer la procesión llevándola por todo el pueblo y luego devolverla a su lugar. Aunque esto no terminó ahí, durante todo el mes hubo varias celebraciones en la plaza principal: ferias con puestos de venta en la calle, recitales y muchas otras cosas para disfrutar.
Mi celebración favorita fue para Ferragosto (el feriado más importante del mes en toda Italia). Ese día, hicieron un show en la plaza con una banda que tocaba canciones de distintos géneros y toda la gente del pueblo se reunió para verlos. Muchas parejas de señores mayores bailaban la música en el medio de la plaza. Hasta el momento no había visto nada así y me gustó tanto, me generó tanta alegría y emoción, que Lu y yo nos quedamos mirándolos por horas, hasta casi el final del espectáculo. Fue hermoso ver a toda la gente reunida, bailando despreocupadamente y celebrando.



Eso fue durante nuestras últimas semanas en Montalbano, y cuando llegó el momento de irnos (larga historia, otros motivos no relacionados con la ciudadanía), yo ya no estaba tan entusiasmada. Sí, me ilusionaban los nuevos proyectos, pero me sentía tan cómoda en Montalbano, tan en casa, que no quería irme. Tengo que admitir que esto último me sorprendió, porque hasta el momento no me había pasado nunca viajando.
De todos modos, me fui sabiendo que iba a volver, todavía me quedaba cumplir con el objetivo por el cual había ido en primer lugar: obtener la ciudadanía.
Pasó exactamente un mes desde que nos fuimos hasta que recibí ese llamado, el más importante de mi vida hasta ahora. Así que volví, viajé de nuevo a mi querido Montalbano Elicona. Con mucho orgullo y felicidad, les informo que ayer, 8 de octubre de 2024, concluí con los trámites y soy oficialmente ciudadana italiana.

Si antes ya tenía varios motivos para tenerle cariño a este pueblo y recordarlo para siempre, ahora aún más. Después de una aventura larguísima y agotadora, de un año y medio de trámites, problemas y complicaciones, finalmente logré la resolución que necesitaba. Y fue una hermosa casualidad que esto sucediera mientras escribía esta entrada sobre el lugar que lo hizo posible.
No me queda más que agradecerle a Montalbano Elicona por ser el lugar hermoso que es y por darme exactamente todo lo que necesitaba para que esta segunda experiencia fuera más amena y me cambiara la visión sobre este increíble país que es Italia. Y por darme la ciudadanía, obvio 😉
No tengo mucho más para agregar por hoy. Esta semana está siendo muy ocupada, con viajes, trámites y demás, así que mejor me despido. Como siempre, muchas gracias por leer, espero que hayan disfrutado esta publicación y que celebren conmigo esta tan buena y esperada noticia.
¡Los quiero! ¡Nos leemos en la próxima publicación!
Descubre más desde En Modo Avión
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
Dejá un comentario!