La sangre de San Gennaro

La sangre de San Gennaro

¡Hola! En la publicación anterior les conté sobre Nápoles, una ciudad muy particular: tan caótica como pintoresca, que despierta el interés de muchos turistas, especialmente argentinos (si todavía no lo leyeron, les dejo acá el LINK para que lo hagan). Pero hoy quiero compartir con ustedes un relato muy interesante de la ciudad, donde se mezcla su cultura religiosa con la superstición: el milagro de San Gennaro.

Pero primero, arranquemos por la historia:

Había una vez, en el siglo IV d.C., un obispo de Benevento (una ciudad cerca de Nápoles, en el sur de Italia) llamado Gennaro. En ese momento, ser obispo te ponía en la mira, ya que el cristianismo estaba prohibido. En el año 305, el emperador Diocleciano ordenó una persecución a los cristianos por considerarlos una amenaza al orden público, y ahí es cuando arrestan a Gennaro y lo condenan a muerte por ser líder de esa comunidad “subversiva”.

Hasta acá, nada nuevo ni demasiado llamativo: religiones perseguidas, asesinatos por diferencias de opinión, etc. Lo interesante empieza cuando lo condenan a una muerte bastante creativa: deciden meterlo en un horno encendido. Sin embargo, para sorpresa de muchos y alivio de sus seguidores, sale ileso porque las llamas no lo tocan. Sus captores, sorprendidos pero insistentes, no se dan por vencidos y lo arrojan a un anfiteatro, a merced de fieras hambrientas (se cree que fueron leones u osos), pero de nuevo ocurre un milagro: los animales se arrodillan ante él en lugar de atacarlo.

Ya cansados de fallar, finalmente deciden decapitarlo y terminar con todo. El 19 de septiembre del año 305 d.C., Gennaro es ejecutado, y esta vez no logra sobrevivir (por razones obvias). Después de su muerte, según cuenta la historia, una mujer piadosa recogió un poco de su sangre en dos pequeñas ampollas y las escondió. No se sabe muy bien cómo, pero después de pasar de mano en mano durante siglos, esas ampollas terminaron en poder de la Iglesia y hoy están resguardadas en la Catedral de Nápoles, donde cada año sucede “el milagro”.

¿Y cuál es este milagro? Se estarán preguntando en este momento. Cada año, en tres fechas específicas —el sábado anterior al primer domingo de mayo, el 19 de septiembre y el 16 de diciembre—, las ampollas son exhibidas ante el público, y gracias a la fe y las oraciones de los fieles… la sangre se licúa. ¿Qué significa eso? Que la sangre, que está seca el resto del año, se vuelve líquida y cubre por completo el interior de las ampollas. Lo curioso es que puede tardar horas o días en suceder, pero si no pasa, se considera una señal de mal augurio.

Ahora, esto es creer o reventar, pero en los años en que la sangre no se licuó, ocurrieron distintos eventos, que llevan a los fieles a seguir creyendo en estas premoniciones. Por ejemplo, en el año 1939 la sangre no se licuó, y comenzó la Segunda Guerra Mundial. En 1943, tampoco sucedió y fue la ocupación nazi en Napoles. En 1980, se repitió la desgracia y ocurrió el terremoto de Irpinia, que causó miles de muertes en el sur de Italia. 

Por supuesto, también hay años en los que el milagro no se da y no pasó nada grave, como en 2016 o en 2020 (la pandemia ya había empezado), y es esto lo que la Iglesia usa como argumento para tranquilizar a la gente cuando no sucede.

Entonces… ¿es real o no es real? Lo dejo a su criterio, como diría nuestra querida Karina Jelinek. Como casi todo en esta vida (exceptuando las ciencias), es cuestión de fe y tradición. Pero para llevarles un poco de tranquilidad, les cuento que el 3 de mayo fue el primer milagro del año… ¡y la sangre se licuó una vez más! Yo, les confieso, me quedé un poco más tranquila. Si hay algo que no necesitamos ahora, son más catástrofes.

¿Y ustedes? ¿Creen en el milagro de San Gennaro? ¿Les pareció interesante la historia? Dejenmelo en los comentarios y, como siempre…

¡Nos leemos en la próxima publicación! ¡Los quiero!

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Nápoles: Una experiencia religiosa

Nápoles: Una experiencia religiosa

¡Hola de nuevo! Hoy les quiero contar sobre uno de los últimos destinos que conocí y que me parece curioso para recorrer: Nápoles.

Cuando uno habla de Italia, hay ciertas ciudades que resuenan más, que son más populares que otras: Roma, Florencia, Milán, Nápoles. Para los argentinos, sobre todo, esta última suele ser un imperdible. 

Hay algunos hechos mundialmente conocidos sobre los napolitanos que voy a mencionar para sacarlos del medio: son los inventores de la pizza, son muy supersticiosos y creyentes, tienen el fútbol muy arraigado a su cultura, y veneran a Maradona más que los propios argentinos, me atrevería a decir. Prácticamente cualquier video en YouTube o post en internet habla sobre esto. ¿Pero sabemos algo más de esta ciudad?

Algo que me parece muy interesante es que es muy difícil mantener una posición neutral sobre Nápoles. O te gusta o no te gusta, no hay términos medios. Es desordenada, caótica, un poco sucia, ruidosa, y aun así, está llena de personalidad (suena como cuando le queres presentar alguien a un amigo, ¿no?). En mi caso particular, tardé varias semanas en terminar de definir si me había gustado o no visitarla, y es que no es el tipo de ciudad al que estoy habituada. Sin embargo, hoy puedo decir que me parece una ciudad fascinante e imperdible para unas vacaciones en Italia. ¿Por Maradona? Definitivamente no. Aunque sí fue lindo ver cómo lo adoraban y escuchar la historia del porqué. Me ayudó a verlo con otros ojos, al menos por un rato.

Entonces, ¿qué tiene de interesante? ¡Todo! Primero vamos con un poco de contexto y después desarrollamos, ¿sí?

Nápoles es una ciudad bastante sufrida de Italia, fundada por los griegos alrededor del siglo VIII a.C., y luego codiciada por romanos, bizantinos, normandos, suabos, aragoneses y borbones (uff, un montón). Durante siglos fue la ciudad elegida por la aristocracia, que instalaba allí sus residencias, especialmente cuando formaba parte del Reino de las Dos Sicilias y era frecuentada por la corte. Sin embargo, tras la unificación de Italia y el traslado del poder hacia el norte, muchas familias nobles abandonaron la ciudad, lo que la llevó a una etapa de decadencia. Aun así, Nápoles siguió creciendo y transformándose hasta convertirse en la ciudad que es hoy.

Si analizamos en detalle todo lo que les sucedió a lo largo de los años, se entiende que hoy en día sus habitantes sean tan creyentes. Se encuentran altares a vírgenes, santos y difuntos en muchas de sus calles, y (mi dato preferido) cuentan con 56 santos patronos oficiales. Si bien en Italia es muy común que cada pueblo o ciudad tenga un santo patrono, en este caso ¡ellos tienen 56! Y aunque los celebren a todos, hay uno que es el más conocido y venerado: San Gennaro. Voy a tener que hacer un post separado con la historia de San Gennaro, porque me parece un relato increíble, pero por ahora volvamos a lo que nos incumbe hoy…

Antes de hablar de las cosas que se pueden hacer y ver en Nápoles, voy a aclarar que yo solo tuve la posibilidad de estar dos días, por lo que no llegué a ver todo, pero si ustedes tienen más días para dedicarle, van a poder aprovecharla mucho más.


Catacumbas de San Gennaro:

Fue una experiencia muy entretenida. Las catacumbas son antiguos cementerios e iglesias, ocultos bajo la ciudad actual, y cuentan con varios pasadizos para recorrer. Los guías del tour son miembros de la organización que ayudó a restaurarlas y reabrirlas al público, por lo que a medida que te van explicando la historia, te das cuenta de que lo hacen con una pasión y una conciencia que no siempre se ve. Es una linda experiencia para hacer si estás poco tiempo en la ciudad, ya que no es muy larga, pero sí muy interesante.

Napoli Sotterranea:
Nosotros no la hicimos, pero nos dijeron que es una gran experiencia. Son túneles subterráneos usados como refugios durante la Segunda Guerra Mundial. Eso sí, no es para claustrofóbicos: los túneles son angostos y hay que recorrer varios metros sin salida (este fue el motivo por el cual no los conocimos)

Basílica dell’Incoronata Madre del Buon Consiglio:
Una de las iglesias que más me gustaron hasta ahora (y vivo en Italia, así que no vi pocas). Fue construida entre 1920 y 1960, por lo que es bastante nueva, y es conocida como la «Pequeña San Pedro», ya que se inspiraron en la Basílica de San Pedro en Roma para construirla, aunque en una escala menor. Se destaca por su fachada, pero su interior también es hermoso, ya que cuenta con numerosas obras de arte rescatadas de otras iglesias napolitanas cerradas o dañadas. Realmente la considero un imperdible en la ciudad.

Catedral de Nápoles:
Es el corazón espiritual de la ciudad. Está dedicada a San Gennaro, y es en donde se celebra el famoso milagro de la licuefacción de su sangre tres veces al año (ya les voy a contar más de esto, como les prometí). Nosotros no la llegamos a visitar, pero si tienen la oportunidad, no duden en ir. 

Quartieri Spagnoli:

Es un barrio tan caótico como pintoresco. Lleno de ropa colgada en los balcones, murales (acá está el de Maradona), motos que pasan al lado tuyo y bares con mesas en la calle. Fue un barrio “peligroso” durante años, pero hoy es un lugar turístico.

Vía Toledo:
Esta es la calle comercial principal de Nápoles. Hay locales de ropa, zapaterías, perfumerías, cafeterías y heladerías. Es muy linda para pasear tanto de día como de noche.

Palacio Real de Caserta (Reggia di Caserta):
A solo 40 minutos de Nápoles se encuentra uno de los palacios más hermosos de la zona. Inspirado en el Palacio de Versalles, es considerada la residencia real más grande del mundo (en volumen), ya que no solo cuenta con 1.200 habitaciones, sino también con jardines de aproximadamente tres kilómetros, ideales para pasear durante el día. El edificio es impresionante, pero sus exteriores son una locura. Googleenlo si no me creen 😉

Pompeya:
Si bien está a 30 minutos de Nápoles en tren, Pompeya es una ciudad que quedó congelada en el tiempo tras la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. Nosotros no tuvimos tiempo de ir, pero nos contaron que al pasear por sus calles se siente como viajar en el tiempo: casas, mosaicos, teatros… todo sigue como lo dejaron sus habitantes al momento de la tragedia. Definitivamente sigue en mi lista de pendientes.


Ahora que ya mencionamos las principales atracciones turísticas de la ciudad, creo que podemos pasar a nuestro último ítem (redobles de tambor, por favor): la comida.

La comida en Nápoles es casi una experiencia religiosa. No solo son los creadores de la mejor pizza de Italia, sino que también tienen otros platos típicos que vale la pena probar. Hay pizzerías muy famosas y reconocidas a las que pueden ir, como “L’Antica Pizzeria Da Michele”, “Sorbillo” y “Starita”, pero la verdad es que donde sea que paren a comer, es muy difícil que salga mal. Para mi, lo mejor es pasear tranquilo y ver en donde les llama más la atención para sentarse a comer, o comprar algo al paso y seguir recorriendo.

En cuanto a lo dulce, los napolitanos tienen dos clásicos: el babà y la sfogliatella. Si bien los pueden probar en prácticamente cualquier puesto o pasticceria, “Sfogliatella Mary” y “Scaturchio” son los lugares más conocidos para esto. 

Tengo que ser honesta (como siempre) y decir que no me gusta ninguno de los dos. El babà te lo sirven en una especie de canastita con mucho ron, y es demasiado fuerte para mí, y la sfogliatella es muy parecida al aragostino (otro dulce clásico italiano), pero con un relleno más pastoso, y cuando la probé ni pude terminarla, pero como dicen: sobre gustos…

Bueno, creo que hasta acá llegamos por hoy. En una próxima entrada les voy a contar la historia de San Gennaro, que me pareció fascinante. Pero antes de despedirme, déjenme decirles que si bien Nápoles no entró en mi top 5 de ciudades, realmente me pareció un lugar pintoresco y entretenido para visitar por unos días o un fin de semana.¡Espero que les haya gustado la publicación de hoy, y nos leemos en la siguiente!
Gracias…

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Hogar

Hogar

Según la RAE, la palabra hogar significa “casa o domicilio”, o bien “familia, grupo de personas emparentadas que viven juntas”. Discúlpenme si no concuerdo al 100% con la RAE, pero para mí la connotación de la palabra “hogar” es un poco más grande. Así que me tomé la libertad de redefinirla para esta publicación, ya que hoy quiero escribir sobre lo que para mí significa tener un hogar.

Por lo que vamos a decir que, mientras dure este escrito, la definición correcta es: Lugar donde una persona crea pertenencia y lazos emocionales, sintiéndolo un espacio propio y significativo. ¿De acuerdo? Ok, comencemos.

Me cuesta mucho arrancar diciendo “el año pasado…”, pero lo que quiero contar fue sucediendo en los últimos cuatro meses y, bueno, técnicamente es el año pasado.

Si fueron leyendo el blog, sabrán (y si no, les hago un breve resumen ahora, no se sientan obligados) que en el 2024 estuve viviendo en un pueblo de Sicilia mientras tramitaba mi ciudadanía, y tenía planes de continuar mi viaje por Suiza. Sin embargo, por una de esas casualidades de la vida, mi pareja consiguió trabajo como ingeniero acá en Italia, y así fue como terminamos mudándonos a la ciudad de Torvaianica en septiembre del año pasado.

Para ponerlos un poco en contexto, Torvaianica es la zona del mar del comune di Pomezia, ciudad que se encuentra a una hora al sur de Roma. Es un balneario tranquilo, donde en la época de verano van muchos italianos de otras ciudades a vacacionar, pero en el invierno se vuelve aún más tranquilo, y solo se ve bastante gente paseando los fines de semana, cuando los locales salen a caminar por la costanera y disfrutar de las vistas del mar.

A mi parecer, tiene unas vibes muy de balneario viejo de la costa argentina, con apenas un par de cuadras de centro, edificios bajos de no más de cuatro pisos, y todo un poco anticuado. Pero tengo que admitir que, desde que vimos la ciudad por primera vez, quedamos enamorados.

Ahora, si bien la ciudad era linda, esto no era lo que teníamos planeado desde un principio, por lo que no solo no sabíamos dónde nos estábamos metiendo, sino que no conocíamos absolutamente nada. Y aunque me encantaría decir que todo fue color de rosas, la verdad es que el primer mes que estuvimos acá fue un poco complicado. Lu se iba a trabajar y yo estaba en casa todo el día, desempleada, sin nada que hacer, sin rutina ni motivación. Me sentía encerrada entre cuatro paredes y no había mucho que pudiera hacer al respecto. Tuve que hacer un gran trabajo para tratar de sobrellevar esa situación, pero de a poco, y con tiempo, todo se fue acomodando.

Para hacer alguna actividad juntos, con Lu nos anotamos a clases de salsa y bachata, empezamos a socializar y nos hicimos parte del grupo. De a poco, y por repetición, fuimos al súper cerca de casa y nos empezamos a saludar con el dueño, que está ahí vigilando casi siempre. Encontramos un café que nos gusta, y al que vamos a desayunar algún que otro fin de semana. Nos hicimos amigos que viven en una ciudad cercana. Ya sabemos a dónde ir a comprar cada cosa que necesitamos y seguimos amando ir a ver el atardecer a la playa cada fin de semana.

Sé que algunas cosas suenan como pavadas, pero pasar de salir de casa y no tener a quién saludar, o con quién hacer algo, de no saber dónde poder comprar un plato o una camiseta, ¿a todo esto que les mencioné? Créanme que se siente como todo un logro. De a poco fuimos armando una rutina y una vida que disfrutamos tanto que, cuando llegó el momento de decidir si nos quedábamos en la zona o nos mudábamos a otra ciudad, no quisimos irnos.

Ese fue el momento en el que me di cuenta: habíamos construido un hogar sin darnos cuenta.

Es increíble cómo uno puede lograr sentir que pertenece a un lugar donde hace un par de meses solo había un departamento vacío y uno ni siquiera sabía que existía. Como, de repente, te vas unos días de vacaciones y, al final, querés volver a tu casa, a tu barrio. Como te sentís tan cómodo que ya no tenés la urgencia de buscar un nuevo destino al que mudarte. Al contrario, querés quedarte un tiempo, recibir a tus seres queridos ahí y mostrarles todo lo que hacés a diario (aunque solo sea leer y caminar por la playa).

No sé si ustedes concuerdan conmigo, o si sienten a su ciudad y su casa como hogar, espero que sí. Pero, cuando estás viajando, es un poco difícil encontrar eso; se necesita algo de estabilidad, y eso no va de la mano de ser backpacker. Y debo admitir que, si bien disfrutaba mucho del dinamismo, de no saber en dónde iba a estar en dos meses y tener todo el mundo a mi disposición como para ir a donde yo quisiera, estar un poco quieta, tener mi casa, mis cosas y encontrar regocijo en la rutina, también me gusta mucho. Encontré una nueva calma y un nuevo disfrute en mi vida en Torvaianica, en mi hogar.

No sé cuánto tiempo nos quedaremos en la ciudad, ni cuánto nos dure esta sensación de que estamos en el lugar correcto. Pero el hecho de haberlo conseguido, de estar en casa y sentirnos a gusto y plenos, creo que ya es un gran logro para lo que va del año, ¿no? ¿Ustedes qué opinan?

Los dejo por esta semana, pero ¡nos leemos en la siguiente publicación!

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Reinicio de Año Nuevo

Reinicio de Año Nuevo

¡Hola, volví! Se que pasaron meses desde mi última publicación y probablemente pensaron que había abandonado el blog (creo que hasta yo lo pensé en un momento), pero la realidad es que fue un fin de año muy movilizante, de mucha reflexión, y por un tiempo no pude sentarme a ordenar mis propios pensamientos, mucho menos a escribirlos. Sin embargo creo que ya estoy de vuelta, aunque con algunas modificaciones. Ya que algo me estaba haciendo muy difícil la escritura también era pensar en Instagram y sus publicaciones, siendo la parte que menos me gusta de este proyecto, así que probablemente empiece a postear un poco menos ahí, ya veremos como lo resuelvo. Ahora si, explicada mi desaparición, volvamos a lo que nos incumbe: 

Hoy vengo con una reflexión que hago cada vez que me pongo un poco sentimental (lo cual últimamente pasa a menudo). Y es que si tengo que ser 100% honesta, antes de empezar a viajar lo tenía muy idealizado. En mi mente, no solo iba a hacerme mil amigos enseguida, si no que iba a conocer lugares increíbles, pasarla bomba, hacer plata, irme de vacaciones, ahorrar. Todo perfecto, ¿no? ¿Quién no querría irse si la vida suena así? 

La verdad es que no puedo decir que fue todo lo contrario porque no, pero… ¿Mil amigos? Soy más de círculo cerrado, por lo que sí, me hice amigos en cada lugar al que fui pero definitivamente no un grupo grande. ¿Conocer lugares increíbles y pasarla bomba? Si, pero no todo el tiempo, tuve momentos bastante feos en donde la angustia me ganó y pasé meses sin querer salir de mi casa (si, meses). ¿Hacer plata, ahorrar? Mmmm, digamos que el irme de viaje no mejoro mis escasas habilidades financieras. 

Hoy en día, con casi tres años de viaje encima, creo que puedo ser honesta y admitir que el irme de Argentina a probar y conocer otras cosas no solucionó prácticamente ninguno de mis problemas. E incluso hasta me generó otros, porque hay días en los que me pongo a llorar solo de pensar en lo mucho que extraño compartir una cena con mi mamá, unos mates con mi papá, los jueves de pizza y películas con mis hermanos, el salir de trabajar e ir a un after o a hacer algo con mis amigos…

La distancia muchos días se torna más difícil de lo que me gustaría admitir, y me tengo que recordar que no siempre es así, que no me siento siempre así. Que el resto de los días estoy muy feliz de la decisión que tomé de irme, de buscar otras oportunidades, de planear un futuro con mi pareja en cualquier lugar del mundo que elijamos (lo cual me sigue pareciendo una locura, el poder tener esa posibilidad). 

Hace un tiempito me pasó una de las peores cosas que le pueden pasar a uno cuando está lejos, el fallecimiento de un familiar. Lo que sentí al saber que no podía aparecer ahí, estar con mi familia, abrazar a mi papá, fue una de las peores angustias que tuve nunca. Cuando elegí irme, lo hice sabiendo que existía esta posibilidad, que algunas cosas iban a pasar y yo no iba a poder estar ahí para compartirlas, y estaba de acuerdo con eso. Pero como se suele decir: del dicho al hecho…

Resulta que en la vida pasan muchas más cosas de las que uno se da cuenta y que las suele dar por sentado. No solo nos despedimos de la gente, celebramos el día a día. Las personas se casan, se reciben, los bebés nacen y crecen, hay ascensos y promociones en los trabajos, mudanzas y remodelaciones, vacaciones, escapadas de fin de semana, domingos de asados, cumpleaños y festejos familiares. Cuando estamos cerca es muy fácil no darse cuenta de todo lo que pasa en un año, es la vida, solo pasa. ¿Pero cuando estamos lejos? 

Emigrar es una continua elección, no es algo que un día decidiste y nunca más miraste para atrás, o frenaste a replanteartelo. Porque así como a nuestra familia y amigos les sigue pasando la vida, a uno también, y pasa por esas mismas cosas pero en otro lugar, y lejos de su círculo cercano, y hay que decidir, si queremos seguir pasando por eso o no. Si queremos seguir viendo como nos perdemos de estos sucesos, para tener la vida que queríamos, o que esperamos conseguir. 

Habiendo terminado el 2024, debo decir que para mi, este fue un año donde estas decisiones estuvieron muy presentes. Con un comienzo muy difícil, una espera muy larga y varias situaciones en Argentina que se dieron al final, tengo que admitir que fue un poco más complicado de lo habitual el pensar en estar tan lejos. 

Sin embargo, veo la vida que estoy construyendo, veo los cambios que ya pasaron y que mejoraron mi bienestar, y no puedo no sonreír y estar orgullosa y conforme con todo lo que pasó en estos tres años. Ya no sufro de insomnio, mis niveles de estrés y ansiedad bajaron, no tengo miedo al caminar por la calle, ni tengo que hacer malabares para llegar a fin de mes. Tengo nuevos hobbies que disfruto mucho, amigos nuevos por todos lados, vivo a dos cuadras del mar, con el amor de mi vida y a nada de una de las ciudades más hermosas del mundo, y podría seguir enumerando todas las cosas lindas que me pasaron, pero estaríamos por acá un largo rato. 

Todo es cuestión de balance. Desde hace años que siempre que estoy en una situación de incertidumbre sobre qué hacer, me imagino una balanza en mi cabeza y voy poniendo las cosas lindas o que me gustan contra las cosas feas y malas que pasan. ¿Cúal gana? Este último año fue una lección gigante para mi, y tuve que hacer esto varias veces, pero (por suerte) siempre pesó más lo lindo y la emoción por lo que se viene, que lo que pudo ir saliendo mal. Y esperemos que siga siendo así, tanto en mi vida como en la suya. 

Hasta acá llego con mi reflexión de fin de año (un poco tarde, lo sé). Tenía pensado escribir esto hace tiempo ya, pero como siempre, terminó saliendo cuando quiso y en el momento justo. 

Espero que estén teniendo un muy buen comienzo de año, y que sus balances también estén en positivo. ¡Les mando un beso gigante a todos! No se olviden de dejar sus me gustas y sus comentarios. 

¡Nos leemos la semana que viene! (Si, lo prometo)

Delfi

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Rottnest Island: Una escapada perfecta

Rottnest Island: Una escapada perfecta

Seguramente ya sintieron nombrar, al menos una vez, el destino del que les voy a hablar hoy. Y es que en instagram abundan las fotos de los famosos “quokkas” o de gente andando en bicicleta alrededor de Rottnest Island. Pero la isla tiene mucho más que ofrecer que esos tiernos animalitos, por lo que hoy les voy a contar un poco acerca de ella. 

Para que tengan un poco de contexto: el nombre original de la isla es “’t Eylandt ‘t Rottenest”, que significa literalmente “nido de ratas”, y esto se debe a que el capitán Neerlandés que la nombró, confundió a los quokkas con ratas gigantes (aunque sinceramente se parecen bastante). La isla había estado deshabitada por miles de años, hasta después del 1800 cuando se comenzó a utilizar como prisión para reclusos aborígenes. 

Hoy en día está declarada como reserva natural y es uno de los destinos turísticos más populares de la ciudad de Perth, ideal para relajarse y disfrutar de la naturaleza. Para llegar, solo basta tomarse un ferry desde el centro y viajar una hora, o media hora desde Fremantle y ¡listo! ya se encuentran en el paraíso. 

La realidad es que quise hacer un “10 cosas para hacer en Rottnest Island” y no pude. Y no porque la isla no tenga más de diez cosas para ofrecer, sino porque yo solo pasé un día y una noche en ella, y no puedo mentir y hablarles de las aventuras en sus cuevas, los paseos en kayak, en paddleboard, o de recorrer su periferia en velero, porque no lo viví. Pero si les puedo contar sobre todo lo que yo disfrute al estar ahí.

Por lo que vamos con las 5 cosas que recomiendo no perderse en Rottnest Island:

1. Pasear en bicicleta: Rottnest tiene una extensión de solo 19 km²; caminos bien señalizados y paisajes únicos, por lo que es ideal para recorrer en bicicleta. Se puede ir paseando y visitando los principales puntos turísticos de la isla, ya que todos cuentan con lugares para dejar las bicis y descansar un poco. No son caminos muy empinados o difíciles, por lo que es apto para todo público (incluso si no son muy atléticos). 

2. Explorar las playas: Hay playas hermosas como Pinky Beach, The Basin o Little Parakeet Bay para nadar y relajarse en las arenas blancas. El contraste con las aguas turquesas es alucinante, y dependiendo del lado de la isla en el que se encuentren, hay playas en las que prácticamente no hay nada de viento, y que lo hace ideal para pasar el día bajo el sol y descansar. 

3. Conocer a los Quokkas: Definitivamente este es EL imperdible mayor. Estos animales nativos son muy amigables y siempre están sonriendo, ya que es su modo de regular su temperatura corporal ¿Curioso, no? Si bien la isla está llena de quokkas, a veces son un poco difíciles de encontrar, pero solo basta esperar a que baje un poco el sol, para verlos recorriendo todo el lugar en busca de alimentos, y acercarse para tener el famoso recuerdo fotográfico de la isla. 

4. Visitar el Garden Lake:

De día es un lugar muy lindo para ver, pero ¿de noche? Literalmente se convierte en un lugar de cuento, cuando con el reflejo de la luna el lago se torna un espejo y se puede ver el cielo dos veces. Yo quedé fascinada con esa visión.

5. Ver el atardecer en Longreach Bay: Este lugar me lo recomendó una conocida que había estado viviendo y trabajando en la isla durante varios meses, y se los comparto porque acá fue donde vi el mejor atardecer de mi vida. La playa es tranquila, e ideal para relajarse al final de un largo día pedaleando, y ver un sunset inolvidable. 

Como les mencioné antes, hay muchas más cosas que se pueden hacer para disfrutar de esta pequeña isla, por lo que no duden en buscar más información si están pensando en visitarla. En las páginas oficiales pueden encontrar mapas, sugerencias, y distintas actividades o tours para contratar. 

En mi opinión, con dos o tres días en la isla es más que suficiente para explorar y disfrutarla por completo. Tengan en cuenta que al ser tan pequeña, no hay muchas opciones de alojamiento, por lo que les recomiendo que busquen y reserven con anticipación, para poder conseguir lugar en las fechas que quieran ir. Yo viaje a fines de septiembre, y si bien recién estaba empezando la primavera, el clima estaba ideal para poder recorrer y pasear, sin sentir un calor abrasador, pero permitiendo meterse al mar y disfrutar de la playa también. 

¿Les gustaría conocer la isla? ¿Y a los quokkas? No se olviden de dejarme sus me gusta y sus comentarios más abajo. Se que la entrada de hoy fue un poco más corta de lo habitual, ¡pero espero que la hayan disfrutado! 

¡Nos leemos en la siguiente publicación!

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Mi primer roadtrip: Western Australia

Mi primer roadtrip: Western Australia

No se si saben, pero Australia es EL lugar para hacer roadtrips. Las distancias entre las ciudades son enormes, y la gente está muy acostumbrada a tener un motorhome o una caravan y salir a la ruta cada vez que les sea posible. Y siendo sincera, es una experiencia increíble. Las rutas están muy bien cuidadas, todo señalizado, y hay paradas a cada rato con bancos, sombra y hasta baños químicos en algunas, para que te puedas sentar y descansar a mitad del viaje.

Aunque no lo parezca, yo siempre había soñado con hacer un roadtrip así: tener un motorhome, decorarlo, salir a la ruta y parar a dormir en lugares soñados. Manejar por horas hasta llegar a algún paisaje increíble y disfrutarlo al máximo. Incluso una vez intenté convencer a mi papá de que comprara uno para irnos de vacaciones a la Patagonia Argentina. Claramente no funcionó; papá perdió su espíritu aventurero con los años (y un motorhome no es nada barato). Por eso, cuando surgió la oportunidad de poder hacer algo similar en Australia, no lo pensé dos veces… o bueno, en realidad si. Fue el desafío más grande al que me tuve que enfrentar en ese año. Así que, para que me entiendan bien, mejor empiezo por el principio:

Era Agosto del 2022, yo estaba viviendo en Exmouth y mi mente ya estaba pidiendo un cambio. Tenía ganas de irme de viaje, seguir conociendo lugares y ver cosas nuevas. Así que me fui a Perth a comprarme un auto, y cuando volví, decidí que iba a construir una cama para poder acampar ahí adentro cuando quisiera. Era la primera vez en mi vida que iba a encarar un proyecto así sola, pero algo de experiencia ya tenía al haber armado muebles y ayudado con interiores de placard junto a mi mamá desde chica. Digamos que el tema de construir cosas viene de familia, y siempre se me dio bastante bien. Por suerte, no tuve que enfrentar esto 100% sola; un compañero de trabajo decidió ayudarme, y con mi diseño, su ayuda y las herramientas del dueño de la casa donde él vivía, logramos armar la famosa cama de la cual estoy muy orgullosa (por eso les voy a dejar varias fotos acá abajo). 

La cama no solo me permitía acampar en el auto, sino que después se podía plegar para guardarla en el baúl, dejando espacio para la valija y mis cosas. Créanme cuando les digo que el diseño estaba genial, y pasé los últimos años hablando de esto cada vez que tuve la oportunidad. Todavía no supero mi orgullo.

Este fue el primer paso hacia la aventura que les quiero contar hoy. Con la cama lista y el auto acondicionado para el roadtrip, ahora me faltaba encontrar con quién viajar. Mis amigos de Exmouth no tenían intenciones de hacer el mismo recorrido, así que tuve que buscar nuevos aliados. Así fue como surgió la segunda parte de esta aventura: irme de viaje con siete desconocidos. Bueno, técnicamente seis, ya que a uno lo había conocido en Perth cuando fui a comprar el auto. ¿Suena esto como un potencial desastre? Sí, pero les aseguro que fue uno de los viajes más inolvidables de mi vida.

El grupo con el que me fui había arrancado el roadtrip varios días antes, así que para el momento en el que me reuní con ellos en Exmouth, ya llevaban varios destinos recorridos y mucha convivencia entre ellos. Me costó un poco sumarme, pero yo estaba en modo “barbie aventurera” y, además, todos eran muy copados y me integraron enseguida. Eran de diferentes nacionalidades, y solo uno también era argentino, por lo que fue muy nuevo para mí cultivar esas relaciones durante las dos semanas que siguieron, ya que generalmente me relacionaba más con latinos. 

Nuestro primer destino fue el Parque Nacional Karijini, y debo admitir que estaba muy entusiasmada con la idea de acampar ahí. Era la primera vez que iba a poder dormir mirando las estrellas, y disfrutando de este nuevo desafío en el que me estaba involucrando. 

Acampamos la primera noche en Tom Price, y nos preparamos para disfrutar del parque al día siguiente. Empezamos por un lugar que se llama Fortestcue Falls, donde no solo hay unas cascadas (como su nombre lo indica), sino también hay varios piletones en donde te podías meter a nadar o caminar alrededor por todas las gargantas de piedra roja que los rodeaba. 

Esa noche hicimos free camping en el medio del Parque Nacional. Fue muy loco porque era la primera vez que acampaba en un espacio libre, sin tener baño químico ni ningún tipo de comodidad como las que te brindan en los campings. Para los que no saben, un free camping es un espacio en donde está legalmente permitido acampar. Uno puede pasar ahí la noche con la seguridad de que no lo va a parar la policía ni lo van a multar, pero sin ningún tipo de elemento adicional: un pedazo de tierra, el cielo y vos. Creanme que no era mi primera opción, pero necesitábamos estar más cerca de nuestra siguiente aventura para descansar bien. En instantes van a entender porque…

La siguiente parada, y la más inolvidable para mí, fue Mount Bruce. A veces, en medio de todo, llega un momento en el que me pregunto «¿Por qué corno estoy haciendo esto?». Definitivamente ese fue mi pensamiento mientras escalábamos el Monte Bruce, a las cuatro de la mañana, para llegar a ver el amanecer en la segunda montaña más alta de Western Australia. Hasta el día de hoy me acuerdo como sufrí esa caminata, y lo interminable que me pareció. Las piernas me temblaban, los pulmones no me daban más y casi sentía que me moría, pero una vez que llegamos… basta decir que no es lo único que me acuerdo hasta el día de hoy. Fue el amanecer más increíble que vi en mi vida (esta bien que tampoco vi muchos ¿no?, pero creanme que es insuperable). 

Los días siguientes los pasamos explorando Karijini y aprovechamos para recorrer lo más que pudimos. En general el parque es muy hermoso con el contraste de los colores de los lagos, las piedras rojas, los piletones por todos lados. Entre acampar por primera vez y disfrutar de la naturaleza, fue una experiencia inolvidable que nunca pensé que me iba a hacer tan feliz. 

Cuando nuestro tiempo en el parque nacional Karijini terminó, seguimos viaje hasta la ciudad de Broome. Ese trayecto fue un poco complicado porque fueron muchas horas y llegamos al camping muy cansados y con poca batería social. Pero, al día siguiente,  cuando finalmente descansados salimos a pasear, supe que también había valido la pena. 

Broome es ese lugar que aparece en instagram y te hace pensar que sobresaturaron los colores del cielo y el mar. La costa de la ciudad es un sueño, y les juro que es tal cual se ve en todas las fotos. Cable Beach, uno de los principales puntos turísticos de la ciudad, fue otra sorpresa. Fuimos a la hora del atardecer y la escena fue digna de una película: el sol cayendo sobre el mar, los camellos paseando por la arena (sí, camellos en Australia), y nosotros con la boca abierta. 

Lo único malo de Broome fueron las temperaturas. El calor y la humedad te agobiaban, y era muy difícil lograr dormir más allá de las seis o siete de la mañana porque el calor lo hacía imposible. Nosotros fuimos en septiembre, así que no me quiero imaginar lo que debe ser esa ciudad en pleno verano. Pero más allá de eso, fue todo muy hermoso. 

El resto de nuestro tiempo en la ciudad fue más social que otra cosa. Por primera vez vivencie una competencia de camisetas mojadas, algo que pensaba que solo existía en las películas yankis. Salí de fiesta, fui a la playa, me bronceé…

y hasta visité una granja de perlas donde aprendí cómo se fabrican las perlas verdaderas y cuanto cuestan (spoiler: demasiado). 

Cuando nuestras mini vacaciones en Broome terminaron, fue hora de emprender una nueva aventura y manejar hasta la ciudad de Perth, donde comenzarían nuevamente mis viajes sola, sobre los cuales les voy a contar un poco a partir de la semana que viene. 

La verdad es que este viaje en total no fue muy largo, fueron alrededor de dos semanas. Pero el hecho de viajar y convivir con completos desconocidos, enfrentarme a acampar por primera vez, y animarme a salir por completo de mi zona de confort haciendo actividades como Trekking, fue toda una experiencia. De todos modos y siendo 100% honesta (como siempre) hoy en día no lo volvería a hacer, o al menos no sin amigos. Siento que si bien fue un viaje hermoso que seguramente voy a recordar para el resto de mi vida, podría haberlo disfrutado muchísimo más si lo hubiera compartido con gente a la que quiero. Pero para saber estas cosas hay que experimentarlas, ¿no? 

¿Y ustedes? ¿Se animarían a emprender un viaje con gente que no conocen? ¿Hay algún lugar en el que sueñan con irse de campamento, ya sea en Australia o en algún otro lado? ¡Cuentenme! 

Como siempre, espero que les haya gustado leer sobre esta aventura y me encantaría ver sus comentarios y me gusta ¡Nos leemos la semana que viene en otra publicación!

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Los leones de Sicilia: Reseña Literaria

Los leones de Sicilia: Reseña Literaria

¡Hola a todos! Hoy les traigo una nueva sección en este blog. Debo confesar que estoy disfrutando demasiado de escribir esto porque estoy combinando absolutamente todas las cosas que me gustan pero en un mismo espacio, y me alegra muchísimo poder estar compartiéndolo con ustedes. 

Creo que no hay una sola forma de viajar, si bien sabemos que la de subirse a un avión o agarrar el auto y salir a la ruta es la mejor y más divertida. Por eso hoy les traigo otra forma de irnos por un rato: a través de la literatura. Si hay algo que me gusta de leer, es que te puede llevar a conocer lugares, culturas y hasta idiomas que uno no conocía sin la necesidad de salir de la comodidad de tu casa o de tu sillón. Y eso es lo que vamos a ir descubriendo en esta sección. 

Ahora, para sumergirnos en la cultura italiana, ¿qué mejor que buscar libros de autores que sean locales? En esta ocasión les voy a traer la reseña de un libro de una autora siciliana. Y la idea es que a lo largo de esta sección, y por lo menos al principio, podamos recorrer distintos libros, tal vez de distintos géneros, pero siempre de autores nativos del lugar. 

Para arrancar les traigo Los leones de Sicilia, un libro del género romance histórico, escrito por la autora Stefania Auci.

La trama cuenta la vida de la familia Florio, comenzando con la historia de Ignazio y Paolo, quienes llegan a Palermo (Sicilia) en 1799 huyendo de los terremotos de su tierra natal en Calabria. Allí montan una tienda de especias que termina siendo la mejor de la ciudad y comienzan a expandir sus negocios a otros rubros también. Luego, cuando Vincenzo, el hijo de Paolo, toma las riendas de la Casa Florio, logran un avance imparable, con su propia compañía naviera, bodegas y fábricas. Sin embargo, en Palermo nadie los acepta, y durante décadas los consideran “extranjeros” y “mozos de cuadra”.  Nadie es capaz de comprender hasta qué punto en el corazón de los Florio late un ardiente deseo de éxito social que condiciona sus vidas durante generaciones, para bien y para mal.

Les prometo que todo esto que les estoy contando no es spoiler del libro. No solo está en la sinopsis oficial (como pueden ver en Goodreads), sino que la familia Florio existió de verdad. Por lo que si googlean acerca de ellos, van a saber esto mismo que les acabo de contar y tal vez un poco más. Lo que hace Stefania Auci en esta novela, es redactar de forma ficticia la vida privada de esta familia, y como su deseo de alcanzar el prestigio social los lleva a tomar las decisiones comerciales y personales que podemos ver a lo largo de la historia. 

Si tengo que ser honesta, a mi en particular no me gusto mucho. Le di 3 estrellas de 5, y solo porque sí logró mantenerme expectante en varios momentos de la historia. Sin embargo, la forma en la que está redactado, con muchos saltos temporales en el medio, me hizo un poco difícil la lectura. Seguir la trama al tener que estar reubicandome constantemente en el tiempo, hizo que por momentos, tuviera que dejar el libro o volver a leer la misma página, para ver si estaba entendiendo bien cuánto tiempo había pasado. 

A su vez, hubiera preferido que se informara un poco más al lector acerca de los sucesos políticos de ese momento. Estos solo están mencionados al inicio de cada gran salto temporal, y de una forma tan acotada y veloz, más parecida a una crónica periodística que a otra cosa, lo que me generaba aún más confusión. Por lo que luego, cuando nombraban personajes políticos importantes de la historia, no tenía tan en claro quienes eran y me costaba seguir el hilo y comprender algunas acciones. 

En cuanto a las historias “románticas” en la novela, como gran fanática empedernida del amor puedo decir que no estuvieron muy presentes. Los sentimientos que más prevalecen a lo largo de toda la historia son el rencor, el odio y el orgullo. Y son estas emociones las que llevan a los personajes a tomar las decisiones, no hacen las cosas por otro motivo. En general, cuando leo historias en donde estas emociones son las principales me incomodo un poco, no logro terminar de conectar con los personajes y con la historia debido a esto. En goodreads, leí una reseña en la que decían que parecía que la novela estaba escrita más para hacer una película o una serie, que para ser disfrutada como novela en sí. Y no solo estoy de acuerdo, sino que el tiempo le dio la razón a esta persona porque en la plataforma de Disney+ ya está la primera temporada de esta historia. 

En resumidas cuentas y para terminar con la reseña, es una novela histórica, bastante parecida a una telenovela mexicana vieja si me preguntan, entretenida de leer, un poco lenta y confusa, pero con la que al final del libro sabes y conoces algo de la historia de Sicilia, y por qué son un poco juzgadores de “ los de afuera” (incluso los de su propio país). La isla de Sicilia tiene una historia bastante difícil, con regímenes monárquicos distintos y muy duros para con ellos, que los llevaron a sufrir hambre y devastación durante años. 

Si lo que les interesa es pasar el rato, aprender un poco, y saber sobre antiguos métodos de producción y conservación del atún, les recomiendo que lo lean. Si quieren saber más sobre la historia de la isla en general (siempre de una forma entretenida, obvio), déjenme decirles que todavía me quedan varios libros para leer y reseñar y que ya voy a encontrar uno más informativo, no se preocupen 😉

En cuanto a la serie de Disney, es un poco más entretenida que el libro en sí. Modificaron algunas acciones y tramas de la historia, para que sea un poco más amigable con los protagonistas, por lo que uno no los llega a detestar del todo (va, depende). Contrario a lo que suelo opinar, creo que la serie es mejor que el libro, por lo que se las recomiendo como una forma amena de aprender un poco sobre el pasado de Sicilia. Lo único “malo”, para nosotros al menos, es que los diálogos originales están en su mayoría en siciliano, por lo que aún si entienden italiano la van a tener que ver con subtítulos en algún otro idioma, porque sino no se entiende nada. 

Ahora si, hasta acá llegamos con esta publicación, espero que les haya gustado y generado aunque sea un poquito de interés como para (al menos) ir a chusmear la sinopsis y otras reseñas del libro.

Ustedes ¿leyeron Los Leones de Sicilia? ¿Les interesaría leerlo? ¿Vieron la serie? Si hay algún libro en particular que les gustaría recomendar, soy toda oídos (o toda ojos teniendo en cuenta que estamos en un blog). 

¡Como siempre, gracias por leerme! ¡Nos vemos en la siguiente publicación!

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Caponata Siciliana: fusión de culturas y sabores

Caponata Siciliana: fusión de culturas y sabores

¡Buenas! Hoy les vengo con una entrada un poco distinta. Como ya saben (porque espero que hayan estado chusmeando el blog), no solo estuve viviendo en un pueblo al noreste de Sicilia, sino que estuve trabajando como cocinera en un restaurante. Hasta ahora fue uno de los trabajos que más me gustó de los que hice viajando, no solo porque tuve la oportunidad de conocer en profundidad a los italianos con los que trabajé, sino porque pude aprender recetas originales de la mano de ellos y pasar horas cocinando platos deliciosos, que luego nos elogiaban.

Por eso, esta vez les voy a compartir un poco de lo que aprendí en esos meses.

Pero primero, un poco de contexto: para los que no saben, Sicilia pasó por distintas colonizaciones a lo largo de su historia, por lo que tiene una mezcla de culturas, con influencias griegas, normandas, árabes y españolas. Eso se ve mucho en la arquitectura de la isla, pero también en sus tradiciones y en sus comidas. Por ejemplo, los árabes introdujeron las berenjenas (que ahora ellos meten hasta en la sopa), así como métodos de cocción y combinaciones de sabores agridulces. Los españoles trajeron cultivos de tomates y morrones. Incluso los griegos llevaron métodos de conservación de alimentos y la utilización de hierbas y vinagres. Si llegan a viajar a Sicilia, o ven algún video de cocina local, se van a dar cuenta de que todo esto sigue muy presente.

La receta que les voy a contar ahora es un plato tradicional siciliano que, dicen, empezó como un plato de la cocina pobre, utilizando ingredientes de temporada (bueno, bonito y barato) y combinando todas estas influencias que les mencioné. Aunque en sus orígenes era simplemente una mezcla ideal para conservar y almacenar por más tiempo, hoy en día es un excelente plato que no solo se puede usar como acompañamiento para una comida, sino también como antipasto (nuestra querida picada pero con nombre italiano). ¡Con ustedes: La Caponata!

Lo que me parece más loco de este plato es que hay más de 35 recetas distintas, ya que va variando según la zona y ciudad. Lo único que tienen todas en común es el uso de berenjena, vinagre y azúcar . Por ejemplo, en la zona de Catania se hace con morrones también, en la zona de Agrigento se le agrega aceitunas negras, pero no verdes, y en la zona de Messina se hace con concentrado de tomate en vez de tomates frescos como en Palermo. Estuve investigando un poco antes de escribir esto (tengan en cuenta que estoy tratando de ser profesional al respecto) y pareciera que la receta que me enseño Rita y que les voy a mostrar es una buena mezcla entre la Catanesa y la Palermitana.

En este caso vamos a verla con cantidades como para 20 personas (no se olviden que Rita es dueña de un restaurante), pero debajo les voy a dejar mi adaptación para hacerla en casa 😉

Ingredientes:

  • 5 berenjenas grandes
  • 4 morrones rojos
  • 4 morrones amarillos
  • 5 cebollas grandes
  • 20 aceitunas verdes descarozadas
  • 15 alcaparras
  • 2 cucharones de salsa de tomate
  • Sal
  • Vinagre de vino tinto
  • 2 cucharadas de azúcar

Lo primero que vamos a hacer es picar todo. La berenjena y los morrones van en cuadrados grandes, y la cebolla en juliana. Si tenemos que descarozar las aceitunas, lo hacemos también, así al momento de ponernos con la sartén no hay que estar distrayéndose.

Ahora, lo más importante de la Caponata y el paso que todas las recetas siguen es “se fríe todo por separado”. Si, va todo frito, dije que era un plato tradicional, no uno sano. Entonces, primero vamos a poner aceite de girasol en una sartén y vamos a freír la cebolla junto con las aceitunas y las alcaparras. ¿Por qué esto se fríe junto, si dije que todo se fríe por separado? No hay por qué.

Una vez que tengamos la cebolla doradita, la vamos a sacar con una espumadera o un colador (la idea es que el aceite siga quedando en la sartén para reutilizarlo) y la vamos a llevar a otra sartén más grande en donde vamos a ir metiendo todo lo que cocinemos. Repetimos el proceso con la berenjena, y una vez que está, la ponemos junto con la cebolla. Lo último que vamos a freír es el morrón, porque pierde líquido, entonces el aceite va a quedar mezclado con agua un poco roja y no queremos freír nada más en eso.

Cuando ya tengamos todo listo y junto en una sartén, vamos a agregar las cucharadas de salsa de tomate y la sal. En este caso es un puñado grande de sal, pero al hacerlo para menos personas le podemos poner lo que nos parezca apropiado. Cada uno sabrá que tan salado le gusta comer. Vamos a ponerlo a fuego muy, muy bajo y lo dejamos unos diez, quince minutos para que se siga cocinando así se empiezan a asentar los sabores. Lo importante es no revolverlo mucho, solo lo justo y necesario para que no se pegue, ya que si no, se empieza a desarmar la berenjena haciendo una especie de puré y deja de ser Caponata.

Cuando pase este tiempo, le vamos a agregar el vinagre, al que previamente le metimos el azúcar, y lo vamos a volver a dejar otros quince minutos a fuego lento, hasta que sintamos que se evaporó un poco el olor y que no nos noquee cada vez que acercamos la cara a la sartén.

Ahora si, la Caponata está terminada. Solo queda esperar a que se entibie y ¡a degustar!

¿Qué pasa si la queremos hacer en casa? Obviamente no vamos a prepararla como para 20 personas, a menos que queramos stockear todo el freezer, claro. Así que en este caso, vamos a hacerla con solo 2 berenjenas, 1 ½ morron rojo, 1 ½ morron amarillo, 1 cebolla grande, 5 aceitunas, 2 o 3 alcaparras, una cucharada de salsa de tomate, una cucharadita de azucar y solo un chorrito de vinagre.

¿Se puede hacer una versión sana de la Caponata? Sí y no. Sí, porque podemos no freír las verduras y solo saltearlas, o hacerlas en la airfryer. Pero no, porque en ese caso lamento decirles que dejaría de ser Caponata y pasaría a ser otra receta. Pero como poder, se puede.

Antes de terminar, les cuento algo gracioso que me pasó mientras preparaba esta entrada. Al leer en internet sobre la receta, noté que todas (sí, todas) las versiones llevaban azúcar, lo cual me sorprendió. Si yo en el restaurante no la hacía con nada más que con sal ¿cómo podía ser? Obvio que al ver esto, empecé a dudar y me preocupé. ¿Había estado dos meses cocinando y vendiendo mal un plato típico? Al día siguiente, le pregunté a Rita. ¡Por suerte, todo fue risas cuando descubrimos que había estado preparando la famosa receta «agridulce» sin nada, absolutamente nada, de la parte dulce! Resulta que al final, no estaba tan canchera con las recetas de la cocina después de todo. Pero, en fin, cosas que pasan.

Espero que hayan disfrutado de esta mini lección de historia y gastronomía, ¿Qué les pareció la receta? ¿Se animarían a hacerla y probarla? No se olviden de dejarme en comentarios que les pareció y si les gusta este tipo de entrada!

Con esto me despido por ahora, ¡nos leemos en la próxima publicación!

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Montalbano Elicona: Redescubriendo Italia

Montalbano Elicona: Redescubriendo Italia

¡Buenas! Hoy estoy muy entusiasmada por todo lo que les voy a contar. Se trata de una aventura más reciente: la última ciudad en la que vivimos antes de comenzar este blog, Montalbano Elicona. Y quédense hasta el final del post porque viene con una sorpresa 😉

Como ya mencioné en entradas anteriores, cuando me fui de Italia en enero de este año, estaba muy enojada con todo lo que implicaba este país: su cultura, su burocracia, su sociedad. No me gustaba para nada la idea de tener que volver, pero seguía teniendo mi objetivo pendiente: la ciudadanía italiana.

Durante los meses que estuve en Argentina, busqué distintas ciudades para volver, siempre en el norte del país. El problema fue que conseguir alojamiento donde establecer residencia era complicado, por no decir solo caro, y para cuando faltaban solo tres semanas para viajar, nosotros todavía no habíamos logrado conseguir nada. Así que no nos quedó otra que ampliar la búsqueda e incluir al sur de Italia como un posible destino.

Así fue como terminamos en Montalbano Elicona, un pueblo de la provincia de Messina, en la región de Sicilia.

No vamos a fingir que la idea me gustó de entrada, porque sabemos que no. Había googleado el destino antes de viajar y parecía lindo, pero de internet a la realidad suele haber una gran diferencia, así que no quise hacerme muchas ilusiones.

El 7 de mayo de 2024, una Delfina muy asustada volvió a emprender el viaje hacia el sur de Italia, con menos convicción y ganas que nunca. Pero una vez ahí, el pueblo me dio la bienvenida y me mostró lo equivocada que estaba.

Para empezar, era hermoso. Un pueblo medieval, con una parte histórica completamente cuidada y mantenida, que te invita a recorrerla cuantas veces puedas. La gente era amorosa y cálida, siempre con una sonrisa y buena predisposición para ayudarte, responderte, venderte o lo que fuera necesario en el momento.

El departamento que habíamos conseguido era amplio y luminoso, y lo más importante: solo nuestro.

Y para colmo, conseguimos trabajo como “cocineros” a menos de una semana de haber llegado, lo cual era una prioridad en ese momento (como siempre). Si bien al final de nuestra estadía ya no queríamos saber nada más del restaurante, la verdad es que el trabajo en sí no estaba mal y era bastante entretenido. La cantidad de horas por día eran agotadoras, pero nos ayudaban a pasar el tiempo y, en mi caso, a controlar la ansiedad por el trámite de la ciudadanía, que cada vez parecía más lejano.

Tanto Nino como Rita, los dueños del restaurante, fueron siempre muy amables con nosotros y nos enseñaron a preparar cada una de las especialidades de la cocina, algo de lo que ya les voy a contar más adelante.

No teníamos mucho tiempo libre para disfrutar de los alrededores del pueblo, pero nos tomamos como costumbre ir todos los lunes al Caffè Trinacria, cerca de la plaza principal, a desayunar con un café y un cornetto de crema y otro de chocolate. Honestamente, creo que fueron los cornettos más ricos que comimos estando en Italia, y si algún día llegan a estar por el pueblo, les recomiendo que no se los pierdan.

Ya más acomodada, y un poco menos enojada con Italia, empecé a notar las cosas buenas que trajo esta segunda vuelta, como el hecho de que pude mejorar muchísimo el idioma. Pasé de hablar como Tarzán todo el tiempo, a solo hacerlo de vez en cuando, logrando mantener conversaciones enteras con italianos sin trabarme. Aprendí a disfrutar de las cosas buenas de su cultura, como la cocina, y a dejar pasar las no tan buenas, como el machismo (que siempre está, no importa la zona a la que vayas). Y ni hablar de los paisajes y los atardeceres que nos regalaba el pueblo en general.

El momento que más disfruté de estar en el pueblo, fue durante las festividades de agosto. Como en el resto de Italia, se celebran distintas fiestas durante este mes, y en este caso la principal fue la celebración de la Madonna della Providenza. Esta consistía principalmente en bajar a la Virgen de la iglesia donde está situada, hacer la procesión llevándola por todo el pueblo y luego devolverla a su lugar. Aunque esto no terminó ahí,  durante todo el mes hubo varias celebraciones en la plaza principal: ferias con puestos de venta en la calle, recitales y muchas otras cosas para disfrutar.

Mi celebración favorita fue para Ferragosto (el feriado más importante del mes en toda Italia). Ese día, hicieron un show en la plaza con una banda que tocaba canciones de distintos géneros y toda la gente del pueblo se reunió para verlos. Muchas parejas de señores mayores bailaban la música en el medio de la plaza. Hasta el momento no había visto nada así y me gustó tanto, me generó tanta alegría y emoción, que Lu y yo nos quedamos mirándolos por horas, hasta casi el final del espectáculo. Fue hermoso ver a toda la gente reunida, bailando despreocupadamente y celebrando.

Eso fue durante nuestras últimas semanas en Montalbano, y cuando llegó el momento de irnos (larga historia, otros motivos no relacionados con la ciudadanía), yo ya no estaba tan entusiasmada. Sí, me ilusionaban los nuevos proyectos, pero me sentía tan cómoda en Montalbano, tan en casa, que no quería irme. Tengo que admitir que esto último me sorprendió, porque hasta el momento no me había pasado nunca viajando.

De todos modos, me fui sabiendo que iba a volver, todavía me quedaba cumplir con el objetivo por el cual había ido en primer lugar: obtener la ciudadanía. 

Pasó exactamente un mes desde que nos fuimos hasta que recibí ese llamado, el más importante de mi vida hasta ahora. Así que volví, viajé de nuevo a mi querido Montalbano Elicona. Con mucho orgullo y felicidad, les informo que ayer, 8 de octubre de 2024, concluí con los trámites y soy oficialmente ciudadana italiana.

Si antes ya tenía varios motivos para tenerle cariño a este pueblo y recordarlo para siempre, ahora aún más. Después de una aventura larguísima y agotadora, de un año y medio de trámites, problemas y complicaciones, finalmente logré la resolución que necesitaba. Y fue una hermosa casualidad que esto sucediera mientras escribía esta entrada sobre el lugar que lo hizo posible.

No me queda más que agradecerle a Montalbano Elicona por ser el lugar hermoso que es y por darme exactamente todo lo que necesitaba para que esta segunda experiencia fuera más amena y me cambiara la visión sobre este increíble país que es Italia. Y por darme la ciudadanía, obvio 😉

No tengo mucho más para agregar por hoy. Esta semana está siendo muy ocupada, con viajes, trámites y demás, así que mejor me despido. Como siempre, muchas gracias por leer, espero que hayan disfrutado esta publicación y que celebren conmigo esta tan buena y esperada noticia.

¡Los quiero! ¡Nos leemos en la próxima publicación!

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10 cosas para hacer en Exmouth

10 cosas para hacer en Exmouth

¡Hola, hola! Siguiendo con la temática de la semana anterior, hoy les traigo una entrada más acerca de la hermosa ciudad de Exmouth, y la segunda publicación de esta divertida sección “10 cosas para hacer…”. ¿Arrancamos?

Primero, un poco de contexto: Exmouth es una pequeña localidad ubicada en la costa noroeste de Western Australia, en la península de North West Cape. Fue fundada en 1967, originalmente para apoyar una base de comunicaciones militares, como parte de una colaboración entre el gobierno australiano y los Estados Unidos durante la guerra fría. Hoy en día, sin embargo, es la puerta de entrada al Parque Marino de Ningaloo, hogar de uno de los arrecifes de coral más grandes y accesibles del mundo.

A pesar de su tamaño pequeño, Exmouth cuenta con una comunidad llena de vida y recibe a turistas de todo el mundo, atraídos por la gran variedad de actividades al aire libre que ofrece. Ya vimos algunas la semana pasada, ¿se acuerdan?

Entonces, ¿qué ofrece? La lista de posibilidades es infinita, pero yo les voy a nombrar las 10 cosas que (para mi) no pueden dejar de hacer en Exmouth: 

1. Turquoise Bay: 

No se puede hablar de Exmouth sin hablar de Turquoise Bay. Ubicada dentro del parque nacional Cape Range, es considerada una de las playas más hermosas del mundo (la número 6 en el ranking de este año), y es la playa perfecta para ir a pasar un día entero a las orillas del mar más turquesa que van a ver en sus vidas, no por nada se llama así. 

Además, es ideal para hacer snorkel, ya que se pueden ver variedad de peces y corales en el Arrecife de Ningaloo, a pocos metros de la orilla. Realmente es una experiencia que no se pueden perder. 

2. Charles Knife Canyon:

El Charles Knife Canyon ofrece impresionantes vistas de acantilados y formaciones rocosas. Se puede ir a recorrer en cualquier momento del día, y caminar por los distintos senderos que ofrece.

Pero si buscan una experiencia mágica, les recomiendo ir al amanecer. Todo el cañón se transforma, y se ilumina de naranja, convirtiéndolo en un espectáculo digno de admirar.

Definitivamente es un imperdible para hacer en la ciudad, si me preguntan.

3. Pebble Beach:

Esta playa está ubicada sobre el lado oeste de la ciudad, y si bien no es una de las más hermosas de la ciudad, es el lugar perfecto para recorrer por la tarde. 

Lo que lo hace tan especial, es que aunque no se puede ver el típico atardecer con el sol cayendo sobre el horizonte, el cielo se tiñe de tonos rosados y naranjas, y debido a que el suelo de esta playa está cubierto de piedras de estas tonalidades también, se forma un paisaje único, en el que el mundo se torna rosa por unos momentos, creando una atmósfera mágica. 

4. Vlamingh Head Lighthouse:

El Vlamingh Head Lighthouse es el lugar más icónico en Exmouth para ver el atardecer sobre el océano Índico, y no, no todo se trata de ver atardeceres y amaneceres, pero son lindas experiencias, no me digan que no. Desde este punto alto, se puede disfrutar de vistas panorámicas del océano y durante los meses de junio a noviembre, se llegan a ver ballenas jorobadas durante su migración. 

Es una experiencia muy tranquila y popular. Después de las seis de la tarde, el camino hacia el faro se suele llenar de autos y caravanas, la gente sube con sus sillas y lonas y se sienta en los alrededores para poder disfrutar de estas vistas. Si están de visita, no se lo pueden perder. 

5. Whalesharks Tour:

Entre marzo y julio, Exmouth es el lugar ideal para nadar con los tiburones ballena, los peces más grandes del mundo. Varias empresas locales ofrecen tours que te permiten acercarte a estos gigantes mientras se alimentan cerca del arrecife de Ningaloo. Es una experiencia segura y controlada inolvidable. 

Si bien el tour no suele ser muy económico, realmente es una de las mejores experiencias de este lugar. Además,también se pueden ver otros animales marinos tales como, tortugas, distintos peces, tiburones de arrecife y tal vez hasta mantarrayas. Realmente es una experiencia imperdible.

6. Dunes Beach y Wobiri Beach:

Esta ciudad es un muy buen lugar para iniciarse en casi todas las actividades acuáticas: snorkel, scubadiving, pesca, y por supuesto surf. 

Dunes Beach es la playa favorita entre los surfistas por sus olas consistentes, mientras que Wobiri Beach, ubicada cerca, es la playa perfecta para principiantes que quieren aprender a surfear en aguas más tranquilas. 

Eso sí, la mejor época para surfear acá es de mayo a septiembre, cuando las olas son grandes y el viento es favorable.

7. Migración de ballenas:

De junio a noviembre, las ballenas jorobadas migran a lo largo de la costa de Ningaloo. Si bien se pueden ver desde la playa, o desde el Faro de Vlamingh Head, una de las mejores experiencias que pueden tener es verlas directamente dentro del océano, desde un bote. 

Las ballenas jorobadas son conocidas por sus impresionantes saltos y su comportamiento juguetón, por lo que realmente es una experiencia inolvidable poder verlas de cerca. Generalmente, hasta se acercan a curiosear cuando ven un barco, y sacan sus aletas para saludar. ¡Es imperdible!

8. Oyster Stacks:

Oyster Stacks es uno de los mejores puntos de snorkel en el Arrecife de Ningaloo, pero requiere algo de experiencia, ya que solo se puede hacer snorkel aquí con marea alta. Entre abril y octubre, se puede ver una gran variedad de vida marina, incluidos corales, peces y tortuga.

Si prefieren algo más tranquilo, hay otros puntos de la ciudad que pueden recorrer para hacer snorkel como: Lakeside, Bundegi Beach, Sandy Bay, y por supuesto la ya nombrada Turquoise Bay. 

9. Sandy Bay:

Sandy Bay es la playa perfecta para relajarse o disfrutar de deportes acuáticos como el paddleboard y el kitesurf gracias a sus aguas tranquilas y poco profundas. 

Ubicada dentro del parque nacional Cape Range, está un poco más alejada que otras playas, lo que la convierte en un lugar menos concurrido y más tranquilo, ideal para familias o para quienes solo buscan relajarse en un día de calma junto al mar. 

Realmente todas las playas dentro del parque nacional son hermosas, pero Sandy Bay es de mis preferidas. 

10. Yardie Creek George:

Yardie Creek Gorge es una impresionante garganta (grieta) situada dentro del parque nacional Cape Range. Una de las mejores maneras de explorarla es haciendo una caminata a lo largo de su borde, ya que se puede disfrutar de las vistas panorámicas del cañón y el arroyo. 

También se puede hacer un tour en barco por el arroyo, lo que permite observar de cerca las formaciones rocosas, pero al recorrerlo caminando, se puede no solo apreciar el paisaje, sino también encontrar wallabies de patas negras saltando entre las rocas y ver distintas aves y animales en su hábitat natural. 

La mejor época para hacer la caminata es en los meses más frescos, de mayo a septiembre, ya que las temperaturas son más agradables para explorar el parque. 


Increíble, ¿no? Y les prometo que solo elegí algunas. ¿Ustedes estuvieron en Exmouth, o les gustaría ir? ¿Agregarían alguna actividad a la lista? 

Si quieren más información acerca de la ciudad o las actividades que se pueden realizar, pueden visitar el sitio de la ciudad o la página oficial del Ningaloo Visitor Center.

Como siempre: ¡No se olviden de dejarme que les pareció la guía en comentarios! ¡Gracias por leer! y nos leemos en la siguiente publicación…

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