Exmouth: Lecciones en el Paraíso

Exmouth: Lecciones en el Paraíso

¡Hola de nuevo! Espero que estén muy bien esta semana y que se hagan un rato en su día para leer la entrada de hoy. Sinceramente, se me hizo difícil escribir esta publicación porque me ganó la nostalgia y aparecieron esas ganas de volver, aunque sea por un día, a esta ciudad tan hermosa. Hoy les voy a contar sobre Exmouth.

Si bien mi plan original antes de viajar a Australia era ir directamente a esta ciudad, después de mis primeras tres semanas en Sídney me sentía un poco frustrada de estar yendo. En parte porque no había podido irme con mis nuevos amigos, y en parte porque necesitaba un trabajo urgente (cuestiones económicas) y eso me tenía bastante preocupada. Pero les mentiría si les dijera que esa preocupación y esa frustración duraron más de unos pocos días.

¿Conocen esa sensación cuando de repente todo empieza a salir bien y uno siente que está en el lugar correcto, en el momento indicado? Bueno, eso era lo que yo sentía a la semana de estar en Exmouth.

El motivo principal por el que fui fue para reencontrarme con una de mis mejores amigas, que vivía ahí en ese momento. Pero terminé teniendo mucho más para agradecerle a esta ciudad, donde aprendí tantas cosas y crecí para empezar a convertirme en la persona que soy hoy en día.

Una de las primeras cosas que hice fue subirme al auto que me prestó mi amiga, ir al centro de la ciudad (no se imaginen nada grande, eran dos cuadras con toda la furia) y buscar dónde dejar mi CV.

Conseguí trabajo en el primer lugar que vi, una panadería. No voy a entrar en detalles sobre la entrevista; basta con decir que a los diez minutos ya había acordado empezar al día siguiente con una prueba de unas horas. ¿Lo malo? La hora: ¡tenía que estar ahí a las cinco de la mañana! CINCO DE LA MAÑANA, yo, que si me levanto a las diez es con mucha fuerza de voluntad.

Al día siguiente, a esa hora, ya estaba en la panadería. Me pasé las horas tratando de memorizar cómo se llamaba cada cosa que vendían, mientras atendía y charlaba con la gente. Las que luego fueron mis amigas se reían y decían que cuando hablaba en inglés, se me transformaban por completo la voz y la personalidad. Y era verdad. No me pregunten por qué, pero cada vez que tenía que hablar en inglés, me invadía la personalidad de Xuxa: la voz se me agudizaba, me volvía mucho más entusiasta de lo que soy en realidad, y parecía que estaba cumpliendo el sueño de mi vida trabajando ahí. Por suerte, después de unos meses me calmé y empecé a parecer más “normal” en mi modo inglés.

Ahora, si bien logré estabilizarme un poco económicamente, también me tuve que enfrentar a una nueva realidad: aprender a estar sola. Admito que ese fue el aprendizaje más grande que tuve en la ciudad.

Hasta ese momento, yo creía que sabía estar sola. Pensaba que, con la pandemia y la cuarentena, había aprendido a disfrutar de mi propia compañía. Y la verdad es que no estaba tan equivocada, pero una cosa es estar sola en casa cuando sabés que todo el mundo también lo está, que nadie está haciendo ningún plan copado. No es una soledad 100% elegida, pero tampoco te queda otra. Y es más fácil de procesar. En cambio, en Exmouth, yo no quería estar sola. Quería estar compartiendo todo eso con alguien, pero no tenía con quién. Mis amigos en la ciudad estaban trabajando, no teníamos los mismos días libres, y ¿el resto de mis amigos? Bueno, estaba lejos de todos, básicamente. Así que ahí vino el nuevo aprendizaje: aprender a estar sola, incluso cuando no quería.

Todavía me acuerdo la primera vez que cargué el auto y me fui a pasar el día a una playa completamente sola. Fui a Sandy Bay, una playa dentro del Parque Nacional Cape Range que se terminó convirtiendo en una de mis preferidas para esos planes, porque nunca había mucha gente y era muy tranquila (además de hermosa).

Aunque no fue fácil, valió la pena. Si bien disfrutaba mis momentos de soledad y trataba de hacer planes copados, aunque no tuviera con quién compartirlos, siempre había una parte de mí que necesitaba compañía, que lo deseaba. Algo bueno del parque es que no había señal de celular, por lo que tuve que enfrentarme a ese miedo: ni siquiera podía tener el consuelo de estar conectada con alguien a la distancia. Era solo yo, el mar, mi lona, mi libro y la nada misma.

A medida que iba aprendiendo a disfrutar de mi compañía, también gané la confianza para hacer cosas nuevas. Tengo que admitir que me da mucho miedo probar cosas nuevas. Le tengo pánico a hacer papelones y a lo que la gente pueda opinar (por eso este blog también es todo un desafío para mí), lo cual me lleva a no intentar nada que no sepa que voy a hacer bien. Un embole, ¿no?

Una de las cosas buenas de viajar es que estás constantemente expuesto a probar cosas nuevas, quieras o no. Y si le ponés un poco de voluntad, aún más (y créanme que si había algo que tenía en Exmouth era voluntad). Bueno, para todo menos para aprender a surfear, ese fue un no rotundo. Pero gracias a esa voluntad, a mi amiga Vicki y a la gente que conocí esos meses, hice snorkel por primera vez, vi tortugas marinas, nadé con tiburones, con tiburones ballena, paseé en lancha, intenté hacer wakeboard en el mar (solo intenté, no lo logré), vi ballenas saltar y saludarme con sus aletas, y podría seguir enumerando cosas por horas.

Todas estas experiencias fueron increíbles y me enseñaron muchísimo, pero sobre todo me ayudaron a disfrutar del momento y a sacar lo mejor de cada situación.

Para cuando terminó mi tiempo en Exmouth, ya estaba convencida de que había cumplido un ciclo ahí y quería seguir viajando. Pero para eso necesitaba un auto propio, así que me lancé a mi primera gran aventura como “backpacker”: irme a Perth con un completo desconocido en su van.

Ir a Perth desde Exmouth implica manejar más de 15 horas. El avión no era una opción, ya que quería ahorrar para comprarme un auto. Así que busqué en Facebook si alguien iba hacia allá en las fechas que necesitaba. Por suerte, Marco, un chico alemán que estaba viviendo en la ciudad, se iba justo, y aunque no nos conocíamos, decidimos hacer el viaje juntos y dividir los gastos. Fue toda una novedad para mí. Si no hubiera aprendido todo lo que mencioné antes, no sé si me habría animado.

El viaje fue largo, con algunos silencios incómodos, pero me llevó directo a Perth, donde me esperaba mi próximo objetivo (del cual les hablaré en otra publicación, porque hoy ya se está haciendo largo).

Ahora bien, tengo que admitir que, aunque fueron meses hermosos que recuerdo con muchísimo cariño, también fue un período complicado. Yo estaba tratando de encontrarme a mí misma, de encontrar mi lugar en el mundo. Soñaba con encontrar un gran amor que me diera vueltas todo y me hiciera feliz. Y créanme que estuve muy lejos de eso. Hubo citas fallidas, “enamoramientos” no correspondidos, llantos varios, papelones a montones. Pero, ¿lo suficiente como para no querer volver? No, ni cerca. Mientras todo eso pasaba, la balanza siempre se inclinaba hacia lo positivo. Cada cosa “mala” se veía superada por algo mejor, y por un sentimiento muy profundo de que estaba haciendo lo correcto, de que esto era lo que necesitaba vivir en ese momento para aprender más y lograr mis objetivos en Australia.

Cada destino en el que viví me dio la oportunidad de crecer y aprender algo nuevo. Pero Exmouth tiene un lugar muy especial en mi corazón, porque fue la primera vez desde que me animé a subirme a ese avión que realmente tuve que plantearme si esto era lo que quería para mi vida. Fue el primer empujón hacia descubrirme a mí misma, entender qué me gustaba y qué no, y cómo podía cambiar lo que no me hacía feliz. No fue fácil ni perfecto, pero fue muy útil, y fue un privilegio recorrer ese camino en un lugar tan hermoso como Exmouth.

¿Y ustedes? ¿Hay algún lugar al que le tengan cariño por haber aprendido algo en particular? ¿Sienten que siguen buscándose o ya están más convencidos de quiénes son? Yo creo que la búsqueda nunca termina, pero uno nunca sabe 😉

La semana que viene les dejo más info sobre Exmouth y todas las cosas que se pueden hacer para disfrutar de esta ciudad en su totalidad. ¡Déjenme en los comentarios qué les pareció esta publicación y nos leemos en la próxima!

Dejá un comentario!

La Varia di Palmi

La Varia di Palmi

¡Buenas y santas! Hoy empezamos a tono, ya que les traigo una publicación un poquito religiosa. Como el título lo indica, les voy a contar acerca de una de las festividades más importantes de la región de Calabria: la Varia de Palmi.

Primero, un poco de contexto: Palmi es una ciudad situada en la provincia de Reggio Calabria, que forma parte de la zona conocida como la «Costa Viola», famosa por sus acantilados y aguas cristalinas. Tiene aproximadamente 20.000 habitantes y suele recibir bastante turismo durante el verano, debido a los múltiples balnearios en su zona de playa.

Pero cuando esta ciudad realmente se llena es durante la celebración de la Varia, una festividad religiosa que comenzó hace más de 340 años. Este evento tiene sus raíces cuando Palmi brindó asistencia a la ciudad de Messina tras una epidemia que causó la muerte de más de 40.000 personas.

Como signo de agradecimiento, la ciudad de Messina donó a las autoridades eclesiásticas de Palmi un cabello de la Virgen. En su honor, construyeron capillas y altares y comenzaron a realizar procesiones en la festividad de la Asunción, siguiendo el modelo de Messina. ¿Pero por qué es tan importante esta festividad? ¿Qué tiene de especial esta procesión?

En pocas palabras, la Varia representa la asunción de María al cielo. Es un carro sagrado con una alegoría del universo, pero desde una perspectiva geocéntrica, donde la Tierra es el centro del universo, con el sol, la luna y las estrellas girando alrededor. Un aspecto impresionante y único de este carro es que, a diferencia del de Messina, donde se utilizan muñecos, en la Varia de Palmi todas las personas que participan son reales.

Los personajes principales son la «animella» y el Padre Eterno. La «animella» es una niña de unos 11 años que representa el alma de la Virgen y es elegida por votación popular. Antiguamente, se seleccionaba entre niñas pobres y huérfanas, ya que, además, se les entregaba un «premio» con el que luego podían vivir dignamente. Hoy en día, si bien la dote se mantiene, ya no es requisito que la niña sea pobre.

En general, las celebraciones de la Varia comienzan el 16 de agosto, cuando se lleva la base del carro a la zona donde comienza el recorrido y se empieza a armar. Luego, en los días previos al último domingo de agosto, día en que se celebra la Varia, hay varios eventos: la preselección y selección de la «animella» y el Padre Eterno, la prueba de coraje (donde se mueve el carro con la niña arriba para ver si lo puede tolerar) y otras festividades organizadas por las corporaciones.

Cinco grupos participan en la organización y llevan a cabo la procesión. Estos representan diferentes oficios y tienen colores que los distinguen: azul para los marineros, rojo para los artesanos, amarillo para los carreteros, naranja para los boyeros1 y verde para los campesinos. Los participantes de estos grupos son llamados «mbuttaturi».

Bajo la Varia van 200 «mbuttaturi». En los mástiles, comenzando por la derecha, van primero los marineros, luego los artesanos, los carreteros, los boyeros y finalmente los campesinos. Toda la ciudad puede ayudar a llevar la Varia con las cuerdas, pero bajo el carro y las vigas solo van los «mbuttaturi».

Un dato curioso acerca del carro de la Varia (además de que pesa toneladas y mide 16 metros de altura) es que no tiene ruedas. Se desliza por el corso Garibaldi gracias a cuatro XXX ubicados debajo, que resbalan sobre las rocas de granito del corso. De hecho, durante el transporte, se puede sentir el humo generado por el contacto entre el acero y el granito. Quienes llevan el carro, arrastrándolo por la calle, tienen que usar varios pares de medias para no quemarse los pies, ya que no pueden usar zapatos porque se podrían tropezar.

Así, a pura fuerza física y voluntad de los «mbuttaturi», la Varia recorre todo el corso Garibaldi, desde el principio hasta el final. Al llegar al final, el Padre Eterno gira la «animella» y regresan hasta detenerse en la plaza Primo Maggio, la principal de la ciudad.

La ciudad vive y respira esta festividad. Es impresionante ver cómo las distintas organizaciones y las festividades de los días previos al evento transforman el ambiente de Palmi. Desde el show de luces en la plaza principal hasta la decoración de las calles, el ambiente de agosto es de celebración constante. Al presenciar todo lo que sucede durante este mes, uno entiende por qué es tan importante para sus habitantes.

Sumado a esto, el concepto del milagro de la Virgen y la celebración religiosa es algo que, aunque uno no sea creyente o no comparta ciertos ideales, realmente es digno de presenciar y disfrutar. Tal es así que, en 2013, la Varia di Palmi fue incluida en el patrimonio oral e inmaterial de la humanidad por la Unesco, reconociendo su importancia cultural a nivel mundial.

No puedo describir con palabras las sensaciones que le atraviesan a uno cuando está viviendo este evento. Ver a toda la gente concentrada a lo largo de la calle principal y la plaza, sentir la presencia de una energía que conmueve a miles de personas al mismo tiempo, ver la emoción y las lágrimas en la cara de cada uno de los que participan, incluso si solo lo hacen como espectadores. La euforia y el placer de saber que estás presenciando algo magnífico, único, que no vas a encontrar en otro lugar, al menos no representado de la misma forma.

Puedo decir, entonces, que la Varia de Palmi no es solo una tradición religiosa, sino un evento que involucra a toda la comunidad, transmitiendo valores de fe y esfuerzo colectivo. Vivir esta experiencia no solo le permite a uno apreciar la historia y las creencias de la región, sino también comprender la profunda conexión entre el pasado y el presente de este pueblo.

Escribir esta entrada fue muy especial para mí. No solo porque me permite contar en detalle un evento que pude vivir y disfrutar el año pasado, sino también porque tuve el placer de hablar con Francesco (Ciccio) Gagliostro, un amigo de la ciudad que participa en la organización de la Varia con el grupo de los marineros. Francesco me brindó información valiosa, explicándome en detalle cómo funciona esta tradición tan importante para ellos y sumando datos que yo desconocía.

Además, tengo el orgullo de compartir con ustedes las fotos que tomó ese mismo día un gran amigo mío y excelente fotógrafo: Tomás Palacios. Él se lleva todo el crédito por las imágenes que pudieron ver en esta publicación y en la de Instagram. (No me digan que no están increíbles). Pueden ir a chusmear su Ig haciendo click acá.

Se podría decir que esta es mi primera entrada colaborativa, y creo que hasta ahora va muy bien, ¿no? ¿A ustedes qué les parece?

No se olviden de dejar en los comentarios qué opinan de esta entrada y del evento en sí. ¿Les gustaría vivir la experiencia de una Varia de Palmi? ¿Creen que en Argentina tenemos algo similar y no es tan conocido? ¡Cuéntenme!

Mientras tanto… ¡Nos leemos en la siguiente publicación!

  1. «Boyeros» es el término utilizado para referirse a las personas que se dedican a guiar y manejar bueyes, animales utilizados tradicionalmente para el transporte de carga o para labores agrícolas, como arar la tierra. ↩︎

Dejá un comentario!

(No tan) Querido Palmi 

(No tan) Querido Palmi 

Ok, ya sabemos que mi primera venida a Italia fue un poco fallida. El proyecto inicial nunca salió y tuve que volver a Argentina más quebrada que nunca y con una angustia que me agobiaba. Pero si bien no todo fue soñado, la ciudad de Palmi tuvo algunas cosas buenas, y otras que me ayudaron a crecer todavía un poco más. 

Uno de los desafíos más grandes con los que me encontré en este viaje fue el tema del idioma. Cuando me fui a Australia, si bien nunca antes había estado necesitada de hablar en inglés todo el tiempo, me sentía bastante cómoda con mi vocabulario y mi pronunciación como para no tener que preocuparme mucho por comunicarme. ¿Pero en Italia? Cuando llegué no sabía decir nada más que Ciao (hola/chau), grazie (gracias) y “il ragazzo mangia la mela” (el niño come la manzana). Duolingo fue de ayuda para esta última frase, pero digamos que a la hora de comunicarme realmente con alguien, estaba complicada. 

Por alguna de esas desgracias con suerte que suceden en la vida, mi novio consiguió un trabajo como camarero en un bar y le preguntó al dueño si no tenía algo para mí, teniendo en cuenta que no sabía hablar nada de nada. Su solución fue ponerme a entregar cornettos. Por si no lo saben, un cornetto es lo que nosotros en argentina conocemos como “croissant” (aunque la receta es un poco diferente), y en Palmi, del 15 de julio al 15 de septiembre se vendían a la noche como postre o colación post joda. Mi trabajo consistía básicamente en preguntarle a la gente que gusto quería, pedirles el ticket de la compra y entregarle la cantidad que hubieran comprado. Sencillo, rápido y sin mucha comunicación. 

El problema surgió cuando al mes de haber estado en este trabajo y solo haber aprendido a decir algunos verbos y como se decían las palabras: abajo, bolsa, bandeja y servilleta, el dueño decidió cambiarme y ponerme como camarera en el otro bar donde estaban mi novio, su primo y otra amiga. Si no tuve un ataque de pánico en mi primer día en ese trabajo pega en el palo. ¿Cómo se suponía que tomara una comanda si no sabía ni hablar? Fueron los peores dos meses de mi vida si tengo que ser sincera. Trabajamos entre 10 y 12 horas por día desde el inicio de la temporada, llegando a unas 16, uno de los días más fuertes de agosto, y sin días de descanso. Volviamos a casa a las cinco o seis de la mañana, después de haber estado corriendo toda la tarde y noche y atendiendo casi 50 mesas por noche cada uno. Si, cada uno, éramos solo cuatro camareros. Y a todo el desgaste físico que eso implicaba, había que sumarle el desgaste mental que suponía estar hablando y tratando de entender un idioma que no conocía y con el cual, vamos a ser honestos, estaba sumamente negada.

Pero, cada trabajo tiene su recompensa ¿no? En este caso olvídense de la recompensa monetaria porque esa casi no existió. Pero gracias a ese laburo conocí al grupo de amigos que formamos en Palmi, me pude ir de vacaciones a Cerdeña con Lu cuando terminó la temporada, aprendí a hablar un poco (y a lo Tarzan) en Italiano, y comí cornettos con nutella gratis todas las noches por lo que duró Agosto. Algo es algo. 

Si bien fueron dos meses muy desgastantes y duros, estar en la plaza principal de la ciudad todas las noches me permitió poder ver todos los eventos que fueron sucediendo en la ciudad durante el verano, y créanme que no fueron pocos. Hubo shows de luces, musicales, desfiles, y La Varia de Palmi (un evento del que les voy a hablar próximamente) y que aunque es algo muy extraño de ver, fue inolvidable. 

Una vez que terminó el verano, y pasaron nuestras merecidas vacaciones, hubo que volver a la búsqueda laboral y acá fue donde conseguimos el trabajo más random y que no hubiéramos pensado que íbamos a hacer estando en Italia: cosechadores de olivas. 

Contrario a los videos que vimos de la cosecha en Argentina o lo que uno puede esperar después de haber estado viviendo en Australia, acá la cosecha era muy a la vieja usanza. Se colocaban redes larguísimas, de 100 o 200 metros en el suelo, y (como la máquina nunca funcionó) esperábamos a que el viento tirara las olivas ya maduras al piso. Después íbamos juntando las redes, haciendo montoncitos que se pasaban a unos cajones y cargándolos en un tractor, para que el encargado del campo los lleve al “frontolio”, la fábrica de aceite. 

Nunca llegamos a probar el aceite proveniente del campo donde trabajabamos, pero los dueños de la casa donde vivíamos tenían otro campo y nos vivían regalando botellas de su producción. No tiene sentido lo gustoso que era, el mejor aceite de oliva que probé en mi vida. Ahora, ¿las aceitunas para comer? Es una tarea bastante difícil encontrar aceitunas que no sean amargas o duras. Después de haber probado muchísimas, puedo asegurar que sigo prefiriendo las aceitunas de nuestro país. 

Para el final de mi aventura en Palmi, y después de haber trabajado en distintos rubros, no solo estaba cansada físicamente, sino que no tenía la fuerza mental para quedarme en Italia y seguir luchando por la ciudadanía. Por lo que decidí volver a mi casa, descansar un poco, recargarme de energía y esperar los 90 días necesarios para poder volver a entrar como turista a Italia. 

El irme no fue difícil, ya estaba cansada de muchas cosas que no me gustaban de la ciudad y frustrada después de varias malas experiencias. Lo único que me costó fue irme sabiendo que probablemente no iba a poder volver a ver a todos mis amigos. Eso es lo que más me cuesta al irme de un lugar, saber que todos los amigos que me hice ahí van a seguir su camino también, y aunque la voluntad de reencontrarse siempre esté, cada vez se vuelve más complicado. 

Hoy, con varios meses transcurridos en el medio, puedo acordarme de estas cosas, estos trabajos y reirme un poco. Pero no fueron meses sencillos, hubo muchas emociones en juego y muchos problemas como para llegar al final de ese viaje tan cansada y enojada con Italia que no quería saber nada con volver (miren como salió eso). Pero de todo se aprende, creo que incluso las malas experiencias, o las no tan buenas sirven para algo, te dejan una enseñanza y algo de recompensa. En este caso, no querría que las cosas se hubieran dado de otra forma, porque sino hoy no estaría con Lu, ni tendría los proyectos que tengo. Quien sabe a dónde me habría llevado el destino. 

¿Y ustedes? ¿Tienen alguna experiencia no tan buena viajando que igual no cambiarían? ¿Se animarían a trabajar de cualquier cosa con tal de experimentar cosas nuevas? 

Espero que les haya gustado saber un poquito más de este viaje. ¡Nos leemos en la siguiente publicación!

PD: acá abajo les dejo una guía con palabras y frases (básicas) en italiano que, por lo menos a mí, me hubiera servido mucho saber antes de llegar. ¡Espero que los ayude! Haciendo click en el link la pueden descargar 😉

Dejá un comentario!

Italia: Un viaje de amores y desencantos

Italia: Un viaje de amores y desencantos

Teniendo en cuenta que este es mi blog y puedo publicar en el orden que quiera (o al menos mientras se entienda), vamos a ir y volver en el tiempo las veces que sean necesarias para cubrir estos tres años de aventuras que viví. Hoy les quiero contar sobre una experiencia un poco agridulce que tuve el año pasado. 

Para esto quiero aclarar que, en mi último tiempo en Australia, decidí que quería viajar a Italia para tramitar la ciudadanía. Sorprendentemente, porque el ahorro no es lo mío, pude juntar la plata necesaria y, en abril de 2023, me encaminé a Roma para cumplir mi nueva meta.

Si tengo que agradecer una cosa en especial de ese viaje, es que no fui 100% sola. Cuando tomé la decisión de hacer este viaje, hablé con un amigo de Sydney, y resultó que él estaba planeando lo mismo, para la misma fecha y la misma zona de Italia (¿cuántas son las chances, no?).

El resultado obvio fue que vinimos juntos, no solos, sino con su familia y amigos. Al principio yo solo era una colada más en el grupo con el que él venía, o al menos eso pensábamos. Resultó que cuando llegamos a Roma, no pasaron ni dos días hasta darnos cuenta de que lo nuestro no era una simple amistad y a las pocas semanas ya estábamos viviendo y trabajando juntos, y al poco tiempo terminamos en el resultado inevitable: de novios.

Ok, puntos para mi vida amorosa. Pero, ¿y el resto? ¿Mis planes? ¿La ciudadanía? Si digo que cambie unas 40 veces de planes en el transcurso del año creo que me quedo corta. En cuanto a la ciudadanía, lamentablemente no siempre todo sale como uno quisiera. En mi caso, después de esperar nueve meses en una ciudad que no me gustaba, haciendo trabajos que no disfruté en lo más mínimo, y sufriendo por primera vez el estar lejos de mi casa y mi familia, no logré obtenerla. Uno a veces confía en las personas equivocadas, que te aseguran cosas que no son y cuando te das cuenta ya es demasiado tarde. En resumen, eso fue lo que me pasó en la ciudad de Palmi: un conjunto de situaciones que me perjudicaban y una persona que me prometió resultados que nunca obtuve.

Creo que no tengo ni que mencionar que el solo hecho de estar haciendo trámites legales en un país que no es el tuyo, y con un idioma que no manejas es estresante. Pero si a eso le sumas la explotación laboral, las ganas de algunas personas de lucrar con vos y tu desesperación y algunas que otras cosas más que me pasaron…

Después de casi un año, el 05 de febrero de 2024, volví a mi casa en Argentina con más ganas que nunca. Jamás necesité tanto un abrazo de mi mamá, o tomar unos mates con mi viejo. O juntarme con mis amigos a comer algo. 

Pero entonces, si todo fue tan horrible, ¿por qué volver a Italia? Bueno, resulta que todo siempre tiene su lado bueno y la verdad es que gracias a todos los meses que pasamos esperando la ciudadanía en la misma ciudad, conocí gente increíble. Un grupo de amigos con los que no solo compartí mates e idas a la playa, sino también desgracias, penas, alegrías, cumpleaños, y hasta las fiestas. Navidad y Año Nuevo definitivamente no fueron lo que esperábamos, pero sin dudas fueron unas de las mejores fiestas que pase hasta ahora. Rodeada de amor, risas, karaoke y buenos deseos. Nada más lindo que compartir el tiempo con gente buena y que te quiere. 

Las personas siempre son una parte fundamental de las experiencias, y en este caso no me puedo quejar para nada. Italia me puede haber hecho llorar bastante, frustrarme y hasta querer rendirme y tirar todo por la ventana. Pero por el otro lado me dio al amor de mi vida, y una familia del otro lado del charco que me hizo reír en los momentos en que más lo necesitaba y que hoy en día me sigue acompañando, aunque cada uno haya elegido distintos destinos donde vivir. 

Para ir cerrando, mi primera experiencia en Italia no fue la mejor del mundo, pero me dejó cosas muy lindas y varias enseñanzas. Viajar no siempre es increíble y soñado, uno también puede pasar por momentos feos y querer volver a casa, creo que lo importante es saber cuando realmente vale la pena tirar la toalla y volver, y cuando es algo simplemente pasajero y que no vale la pena arruinar todo por eso. 

Así y todo la vida me dio revancha, porque en mayo de este año, volví al sur de Italia para obtener de una vez por todas mi ciudadanía. Y aunque al día de hoy todavía no la tengo, sigo siendo explotada laboralmente, y sigo teniendo algún que otro problema con el idioma, se que solo es temporal y que es cuestión de meses para que las cosas cambien y podamos, junto con Lu, formar la vida que queremos juntos y empezar con nuestros proyectos. Paciencia, es lo que Italia me tuvo que enseñar, a tener paciencia. Porque como dicen, Roma no se hizo en un día, ¿no?

Dejá un comentario!

10 cosas para hacer en Sydney

10 cosas para hacer en Sydney

¡Bienvenidos otra vez! En esta publicación voy a inaugurar una nueva sección: 10 cosas para hacer… 

Y en esta primera entrada, de mi increíble y novedosa idea (sabemos que no), les traigo las diez cosas que, para mí, no se pueden perder de hacer en Sydney.  Teniendo en cuenta que es una ciudad de más de 12.000 km2 y una de las más grandes de Australia, lo voy a hacer más fácil y les voy a mencionar solamente los diez lugares que (para mi) no pueden dejar de recorrer en esta ciudad. 

Pero antes de empezar, vamos con un poco de contexto: Sydney es una ciudad ubicada en la parte sudeste de Australia, y es la capital del estado de New South Wales (Nueva Gales del Sur). Es la ciudad más grande y poblada del continente, y  también es una de las 15 ciudades más visitadas del mundo, o esto al menos es lo que dice Google. Antiguamente la ciudad era una colonia penitenciaria británica, sin embargo hoy es el centro financiero del país y el punto más común de llegada para todos los inmigrantes y turistas que lo visitan. Y aunque suene sorprendente, no es la capital del mismo. 

Ahora, volviendo a lo que les prometí…

10 cosas para hacer en Sydney:

1. Opera House: 

Si hablamos de Sydney no podemos dejar de mencionar al Opera House, uno de los edificios más icónicos del mundo y un símbolo inconfundible de Australia. ¿Quién no vio por la tele o en un video el show de fuegos artificiales de año nuevo, con este famoso edificio delante? 

Esta Ópera es un centro cultural donde se realizan más de 1,500 eventos cada año, incluyendo ballets, conciertos de música clásica, teatro y espectáculos contemporáneos. Pero incluso si no les interesa ir a disfrutar de un espectáculo, se puede hacer un recorrido guiado por el edificio para poder conocerlo por dentro, o simplemente sentarse afuera, en sus escaleras, a disfrutar de las vistas del puerto y la ciudad. 

2. Harbour Bridge:

El Sydney Harbour Bridge es otro ícono de Sídney, y es uno de los puentes de arco de acero más grandes del mundo. Une el centro de Sídney con el distrito norte de la ciudad y para cruzarlo hay cuatro opciones: en auto o en bici, por supuesto.

Pero también se puede cruzar caminando por la pasarela peatonal, la cual es una de las experiencias más recomendadas, ya que ofrece vistas panorámicas inigualables de la Ópera de Sídney, el puerto y los rascacielos de la ciudad (y es gratis).

Y a su vez existe una experiencia llamada “BridgeClimb”, que es una actividad en la que, equipados con arneses de seguridad, se puede subir por la estructura del puente hasta la cima, y se puede disfrutar de una vista impresionante de 360 grados. Esta actividad es bastante famosa y se ofrece tanto de día como de noche, con cada horario ofreciendo su propio encanto.

3. Museo de Arte Contemporáneo:

Este museo es uno de los principales centros de arte moderno y contemporáneo de Australia. Se encuentra en el barrio de The Rocks, y además de sus colecciones de arte, ofrece vistas impresionantes del puerto y del Opera House. Si les interesa el arte, realmente es un museo muy interesante para recorrer, ya que tiene una amplia colección de arte contemporáneo australiano, y varias muestras de obras de artistas indígenas. Además, en la terraza del museo hay un café en donde se puede disfrutar de las vistas del puerto. Es un gran plan para un día lluvioso en la ciudad. 

4. Darling Harbour:

Darling Harbour es una de las zonas más populares de Sídney. Está ubicada cerca del centro de la ciudad, y es famosa por sus restaurantes, bares y cafeterías que bordean el paseo marítimo, ofreciendo una gran variedad de opciones gastronómicas con vistas al agua.

Durante la noche los fines de semana, suele haber un espectáculo de luces y agua que es hermoso para disfrutar.

Acá también podemos encontrar distintos museos y un acuario, así como también un jardín chino de la amistad y uno de los parques infantiles más grandes de Sydney. Todos estos lugares y espacios comunes diversos, explican porque Darling Harbour es uno de los destinos más turísticos de la ciudad. 

5. Bondi Beach:

Bondi Beach es una de las playas más famosas de Australia y es un lugar popular tanto para locales como para turistas, por lo que no podía no mencionarla. La playa es hermosa y es el lugar ideal para nadar, surfear o simplemente relajarse al sol.

Además, cuenta con varios cafés y restaurantes en su costa, por lo que se puede ir a comer o tomar algo mientras se disfruta de las vistas de la playa. 

6. Palm Beach:

Situada al norte de Sídney, es una de las playas más exclusivas y pintorescas de la región y es famosa por sus aguas cristalinas y su ambiente relajado. Lo que la hace el destino ideal para pasar un día de relax, alejados de la ciudad. 

Lo destacable de este destino es que se puede hacer una caminata hasta el faro de Barrenjoey (no sin esfuerzo, ya que hay que subir muchas escaleras), para disfrutar de una de las vistas más icónicas de la ciudad, donde se puede ver el contraste entre la playa abierta al océano, con las olas que rompen en la orilla, y el otro lado más calmado de Pittwater.

7. Caminata de Bondi a Coogee:

Es una de las rutas costeras más pintorescas de Sídney, y una actividad imperdible si les gusta la naturaleza y el aire libre. Es un sendero de seis kilómetros que sigue la línea de la costa desde la famosa Bondi Beach hasta Coogee Beach, pasando por varios otros puntos conocidos como Tamarama, Bronte y Clovelly. A lo largo del camino, se pueden ver distintos acantilados rocosos y playas escondidas. 

Esta caminata dura de dos a tres horas en total, y es apta para todos, exceptuando gente en silla de ruedas, ya que el sendero no está adaptado. 

8. Caminata de Rose Bay Beach a Hornby Lighthouse:

Este trayecto no es tan conocido, sin embargo no por eso es menos increíble. Es un camino costero de aproximadamente 7 km en donde se van a poder encontrar con pequeñas playas, bahías, miradores y unas vistas impresionantes de la ciudad a lo lejos. 

A lo largo del camino hay áreas de picnic y distintos sitios históricos como búnkeres de la Segunda Guerra Mundial y cañones que formaban parte de las defensas costeras de Sídney. Es el paseo ideal para hacer durante un día no muy caluroso, ya que la caminata es larga y no hay mucho resguardo del sol. 

El puente de Parsley Bay (totalmente construido en madera) a mitad de camino y el Faro de Hornby al final son los dos puntos más destacables, a mi parecer, de este recorrido fantástico por las costas de Sydney. 

9. Manly:

Manly es uno de mis destinos preferidos en Sydney, y se puede llegar después de hacer un viaje corto en ferry desde Circular Quay. Este viaje en sí ya es una experiencia, porque ofrece vistas increíbles del puerto de Sídney, el Opera House y el Harbour Bridge. 

Este suburbio tiene varias playas, aunque la principal es Manly Beach, que está rodeada por un paseo marítimo con cafés y restaurantes, lo que la hace el lugar perfecto para pasar el día. Sin embargo, también cuenta con otras playas como Shelly Beach, que es ideal para practicar esnórquel, o Freshwater Beach, donde se puede ir a surfear. 

10. Blue Mountains:

Las Blue Mountains son una región montañosa a unas dos horas de Sídney, conocida por sus formaciones rocosas, valles cubiertos de eucaliptos y cascadas, y es el lugar perfecto para hacer una escapada de la ciudad.

El nombre «Blue Mountains» proviene de la neblina azulada que emanan los árboles de eucalipto y que se puede ver a lo largo del horizonte. 

Las Tres Hermanas, la formación rocosa más conocida de la zona, es uno de los lugares más fotografiados en Australia. Además de ser un destino popular para el senderismo, las Blue Mountains ofrecen una variedad de actividades al aire libre, como escalada en roca, ciclismo de montaña y exploración de cuevas. Si viajan en tren desde Sydney, van a llegar primero a Katoomba, un pueblo encantador en donde van a poder encontrar galerías de arte, cafés y tiendas de antigüedades, lo cual hace que sea la perfecta base para quedarse, si quieren recorrer esta región por un par más de días. 


En mi opinión estas son las 10 cosas imperdibles para hacer en Sydney, ¿Y para ustedes? ¿Qué otros lugares sumarían? ¡Dejenme en comentarios qué les pareció esta guía!

Si quieren más información sobre las actividades, pueden entrar a la página oficial de la ciudad, que ahí pueden encontrar mucha más data: https://www.sydney.com/destinations

Espero que les haya gustado, ¡nos leemos en la siguiente publicación! 

Dejá un comentario!

Primera parada: Sydney, Australia

Primera parada: Sydney, Australia

Aprovechando que este es el primer post oficial acerca de mis viajes, vamos a ir un poquito hacia el pasado y les voy a contar sobre mi primer viaje: Sídney, Australia. Mi primer destino en esta aventura de viajar sola.

Desde el vamos, fue un caos de emociones. Para ser honesta, dejar Argentina fue la parte más fácil. Si bien sabía que iba a extrañar a mi familia y a mis amigos, estaba tan emocionada por empezar esta nueva etapa en mi vida que me ganaba la emoción. No hubo lágrimas ni tristeza al despedirme en Ezeiza (al menos de mi parte), y con mucha alegría me subí al que sería el vuelo más largo que tomé hasta ahora, con rumbo a Australia.

Ahora, vamos por partes. Voy a admitir que mi principal preocupación hasta el momento era que el viaje duraba 45 horas y no tenía cómo bañarme en el medio. Inicialmente, había reservado un vip para ducharme en el aeropuerto de Dallas, durante una escala. Pero después la aerolínea me cambió los vuelos y ya no frenábamos ahí, por lo que perdí la reserva y me resigné (sin mucha alegría) a no poder ducharme por lo que durara el viaje. Créanme, llegar a un hostel a conocer gente nueva sin haberme bañado ni cambiado por dos días enteros no estaba en mis ideales, pero no veía mucha más alternativa. Sin embargo, y por suerte, me cancelaron el último vuelo y la aerolínea me mandó a un hotel cerca del aeropuerto de Los Ángeles para pasar la noche y volar al día siguiente. Por lo que, pese a que el viaje pasó a ser de 56 horas en total, me pude duchar y dormir en una cama decente, y a eso yo lo llamo ganar.

Una vez que llegué a Sídney, ahí sí empezaron los nervios fuertes. No solo porque me tenía que mover en una ciudad que no conocía, ya de noche, con prácticamente todo cerrado, sino que además tenía que luchar con una valija de 32 kg, un carry-on de 10 kg y mi mochila, que vaya uno a saber cuánto pesaba (sí, eso de viajar ligero no es lo mío). Ni hablemos del estrés que me generaba saber que tenía que llegar sin conocer a nadie y socializar. ¡Socializar! Los cólicos que tuve todo ese viaje hasta el hostel fueron insuperables. Pero por suerte, y para mi sorpresa, cuando llegué había otro grupo de argentinos que habían pasado por lo mismo solo unas horas antes y enseguida nació una amistad, o el principio de una, y la organización de los planes para recorrer la ciudad al día siguiente.

Con el tiempo, y viendo todo el viaje en retrospectiva, la verdad es que tuve mucha suerte de llegar en la época en la que llegué a la ciudad. Coincidí con una medida del gobierno para incentivar el turismo, por lo que los primeros diez días todos los bondis y trenes que tomamos con mis amigos para movernos (siempre dentro de los límites de la ciudad) fueron gratis. Y eso, para unos argentinos recién llegados y muy cortos de presupuesto, fue una salvación, porque nos permitió recorrer lugares que, si hubiéramos tenido que pagar para ir, no hubiésemos podido.

Si nunca fueron a Sídney y solo vieron las típicas fotos del Opera House y el Harbour Bridge, créanme que es una ciudad INCREÍBLE, con muchísimas más cosas que ver que esas dos. En el poco tiempo que estuve, pude recorrer el jardín botánico, que es un lugar enorme y muy lindo. Fui a distintos suburbios de los alrededores, como Manly, que tiene unas playas hermosas para pasar el día. Pude ir también a la región montañosa “Blue Mountains”, que está a dos horas en tren de la ciudad y tiene distintos caminos y bosques donde se pueden hacer varios trekkings. Dicho esto, voy a dejar de nombrar las distintas cosas que hice y se pueden hacer en Sídney, porque ya me siento una publicación de TripAdvisor. Mejor lo dejamos para otra entrada.

Otra cosa que tuvimos a nuestro favor todos los que llegamos en ese momento, fue que Australia recién volvía a abrir las fronteras después de la pandemia. Por lo que conseguir trabajo no nos llevó tanto tiempo como decían que antes llevaba, o ahora al parecer. De hecho, casi todo mi grupo de amigos se fue directo a trabajar en distintas Solar Farms. En mi caso, tuve la oportunidad de ir a otra ciudad, en la parte oeste de Australia, a hacer trabajo de hospitalidad. Ya les contaré en otro momento acerca de esa experiencia.

Volviendo a Sídney, creo que, al menos en ese momento, era un buen lugar para iniciar y conseguir oportunidades. Estando ahí, no solo pude conocer gente y nuevos lugares, sino que pude tener mis primeras experiencias laborales en inglés. Con una amiga nos habíamos anotado en una agencia de trabajos casuales, y gracias a eso terminé trabajando en un partido de rugby y otro de “footie” (si nunca lo oyeron nombrar, es porque es uno de los tantos inventos australianos).

Yo solo vendía comida, pero fue muy divertido ver cómo la gente se comportaba y reaccionaba ante los resultados de los partidos (nada igual a lo que se ve en Argentina, créanme). También trabajé en la reinauguración de un hotel, y tuve que sostener durante tanto tiempo unas bandejas con copas de champán, para recibir a la gente. Les juro que sentía que se me iba a doblar la muñeca para el otro lado y se me iba a caer todo. Cuando lo vemos en las películas, no somos conscientes de lo MUCHO que pesan esas bandejas con copas, como para llevarlas tanto tiempo. Al final, casi rogaba que la gente me agarrara las bebidas que ofrecía.

Pero bueno, para ir cerrando la historia y en resumen, las tres semanas que estuve en la ciudad, para mí, fueron las mejores primeras semanas que podría haber tenido. Con amigos nuevos, disfrutando de unas vacaciones, practicando otro idioma y aprendiendo a moverme sola en otro país. Fueron el inicio perfecto de esta aventura de viajar sola por el mundo.

Con respecto a mis amigos, me gustaría hacer una mención, y es que creo que a veces no somos conscientes del impacto que podemos tener en la vida de las otras personas. Estoy segura de que los chicos no saben lo bueno que fue para mí haberlos conocido en ese momento, que me hayan abierto los brazos de la forma en que lo hicieron y que, pese a que después cada uno siguió su camino, hasta el día de hoy y para siempre van a tener un lugar asegurado en mi corazón. Porque esas semanas para mí fueron y serán inolvidables. Fue una aventura que se sintió tan increíble y genuinamente buena, que sentí que no podía estar mejor encaminada, nada podía salir mal de ahora en más, estaba tomando las decisiones correctas. Creo que fue la primera vez en mi vida que me sentí así (spoiler alert: fue la primera, pero no la última).

En fin, me dejo de poner sentimental por el momento. Espero que les haya gustado leer sobre mi primera experiencia viajando. Si quieren saber más sobre algo que haya mencionado o tienen alguna duda o consulta sobre la ciudad, no duden en dejarme un comentario.

¡Nos leemos en la siguiente entrada!

Dejá un comentario!

El inicio de una nueva aventura

El inicio de una nueva aventura

¡Bienvenidos! Qué difícil se me hace poner en palabras todo lo que siento en este momento. No es nada fácil para mí estar escribiendo, sabiendo que alguien más, además de mí, puede leerlo. Cuando surgió la idea de hacer este blog, me entusiasmaba tanto y, al mismo tiempo, me daba tanto miedo que tardé meses en decir en voz alta lo que quería hacer. Pero una vez que logré expresarlo, todo fue fluyendo y fui trabajando poco a poco para animarme a publicar algo de todo lo que escribo.

Y si lo pienso bien, ese siempre fue mi proceso en la toma de decisiones en mi vida. Todavía me acuerdo de ese día de enero cuando, después de un par de meses de estar pensando en la posibilidad de irme, le escribí a una amiga, quien ya vivía en Australia, y le mandé un mensaje pidiéndole información, mientras le decía: «No me lo estoy planteando todavía, pero estoy planteándome la posibilidad de planteármelo».

Plantearme la posibilidad de planteármelo. Así funcioné siempre: meses de analizar mis decisiones sola, para después comunicarlas y ver qué piensa el resto, aunque mi mente ya esté decidida. Con los cambios de carrera, mis mudanzas, mis proyectos y con este blog, el motivo por el cual estoy escribiendo esto, cagada hasta las patas, sabiendo que al menos mis papás lo van a leer (hola ma, hola pa).

Siempre me gustó la idea de viajar, conocer distintos países, paisajes y culturas. Y gracias a Dios, hoy en día tengo la oportunidad de hacerlo y disfrutarlo. Es por eso que quiero empezar este blog, con el propósito de poder, a pesar de la distancia, compartir con ustedes algo de todo lo que aprendí, conocí y viví en este tiempo.

Obvio que no todas las experiencias fueron buenas, pero definitivamente la balanza está inclinada hacia lo positivo. Cada viaje fue único y diferente. Me mostró facetas de la vida y de mí misma que no conocía, y realmente me cambiaron la vida.

Con este blog, no solo quiero relatar mis viajes y experiencias, sino también, tal vez, inspirar a otros a seguir sus propios sueños, a animarse a explorar y a enfrentar sus miedos. Y si no está en sus planes viajar, al menos que lo puedan hacer mentalmente, a la distancia, y saber un poco más sobre algunos lugares que ni siquiera hubieran soñado conocer. Espero poder crear un espacio donde podamos compartir ideas, consejos y reflexiones, y donde encuentren motivación y alegría en cada historia que lean.

De corazón espero que disfruten de leerme, y que, a medida que pase el tiempo, no solo vaya mejorando en mi escritura, sino que también pueda transmitirles lo mucho que me gusta dedicarme a esto.

Por el momento me despido, pero nos veremos pronto. ¡Gracias por leer!

bienvenida-enmodoavion

Dejá un comentario!