La sangre de San Gennaro

La sangre de San Gennaro

¡Hola! En la publicación anterior les conté sobre Nápoles, una ciudad muy particular: tan caótica como pintoresca, que despierta el interés de muchos turistas, especialmente argentinos (si todavía no lo leyeron, les dejo acá el LINK para que lo hagan). Pero hoy quiero compartir con ustedes un relato muy interesante de la ciudad, donde se mezcla su cultura religiosa con la superstición: el milagro de San Gennaro.

Pero primero, arranquemos por la historia:

Había una vez, en el siglo IV d.C., un obispo de Benevento (una ciudad cerca de Nápoles, en el sur de Italia) llamado Gennaro. En ese momento, ser obispo te ponía en la mira, ya que el cristianismo estaba prohibido. En el año 305, el emperador Diocleciano ordenó una persecución a los cristianos por considerarlos una amenaza al orden público, y ahí es cuando arrestan a Gennaro y lo condenan a muerte por ser líder de esa comunidad “subversiva”.

Hasta acá, nada nuevo ni demasiado llamativo: religiones perseguidas, asesinatos por diferencias de opinión, etc. Lo interesante empieza cuando lo condenan a una muerte bastante creativa: deciden meterlo en un horno encendido. Sin embargo, para sorpresa de muchos y alivio de sus seguidores, sale ileso porque las llamas no lo tocan. Sus captores, sorprendidos pero insistentes, no se dan por vencidos y lo arrojan a un anfiteatro, a merced de fieras hambrientas (se cree que fueron leones u osos), pero de nuevo ocurre un milagro: los animales se arrodillan ante él en lugar de atacarlo.

Ya cansados de fallar, finalmente deciden decapitarlo y terminar con todo. El 19 de septiembre del año 305 d.C., Gennaro es ejecutado, y esta vez no logra sobrevivir (por razones obvias). Después de su muerte, según cuenta la historia, una mujer piadosa recogió un poco de su sangre en dos pequeñas ampollas y las escondió. No se sabe muy bien cómo, pero después de pasar de mano en mano durante siglos, esas ampollas terminaron en poder de la Iglesia y hoy están resguardadas en la Catedral de Nápoles, donde cada año sucede “el milagro”.

¿Y cuál es este milagro? Se estarán preguntando en este momento. Cada año, en tres fechas específicas —el sábado anterior al primer domingo de mayo, el 19 de septiembre y el 16 de diciembre—, las ampollas son exhibidas ante el público, y gracias a la fe y las oraciones de los fieles… la sangre se licúa. ¿Qué significa eso? Que la sangre, que está seca el resto del año, se vuelve líquida y cubre por completo el interior de las ampollas. Lo curioso es que puede tardar horas o días en suceder, pero si no pasa, se considera una señal de mal augurio.

Ahora, esto es creer o reventar, pero en los años en que la sangre no se licuó, ocurrieron distintos eventos, que llevan a los fieles a seguir creyendo en estas premoniciones. Por ejemplo, en el año 1939 la sangre no se licuó, y comenzó la Segunda Guerra Mundial. En 1943, tampoco sucedió y fue la ocupación nazi en Napoles. En 1980, se repitió la desgracia y ocurrió el terremoto de Irpinia, que causó miles de muertes en el sur de Italia. 

Por supuesto, también hay años en los que el milagro no se da y no pasó nada grave, como en 2016 o en 2020 (la pandemia ya había empezado), y es esto lo que la Iglesia usa como argumento para tranquilizar a la gente cuando no sucede.

Entonces… ¿es real o no es real? Lo dejo a su criterio, como diría nuestra querida Karina Jelinek. Como casi todo en esta vida (exceptuando las ciencias), es cuestión de fe y tradición. Pero para llevarles un poco de tranquilidad, les cuento que el 3 de mayo fue el primer milagro del año… ¡y la sangre se licuó una vez más! Yo, les confieso, me quedé un poco más tranquila. Si hay algo que no necesitamos ahora, son más catástrofes.

¿Y ustedes? ¿Creen en el milagro de San Gennaro? ¿Les pareció interesante la historia? Dejenmelo en los comentarios y, como siempre…

¡Nos leemos en la próxima publicación! ¡Los quiero!

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Nápoles: Una experiencia religiosa

Nápoles: Una experiencia religiosa

¡Hola de nuevo! Hoy les quiero contar sobre uno de los últimos destinos que conocí y que me parece curioso para recorrer: Nápoles.

Cuando uno habla de Italia, hay ciertas ciudades que resuenan más, que son más populares que otras: Roma, Florencia, Milán, Nápoles. Para los argentinos, sobre todo, esta última suele ser un imperdible. 

Hay algunos hechos mundialmente conocidos sobre los napolitanos que voy a mencionar para sacarlos del medio: son los inventores de la pizza, son muy supersticiosos y creyentes, tienen el fútbol muy arraigado a su cultura, y veneran a Maradona más que los propios argentinos, me atrevería a decir. Prácticamente cualquier video en YouTube o post en internet habla sobre esto. ¿Pero sabemos algo más de esta ciudad?

Algo que me parece muy interesante es que es muy difícil mantener una posición neutral sobre Nápoles. O te gusta o no te gusta, no hay términos medios. Es desordenada, caótica, un poco sucia, ruidosa, y aun así, está llena de personalidad (suena como cuando le queres presentar alguien a un amigo, ¿no?). En mi caso particular, tardé varias semanas en terminar de definir si me había gustado o no visitarla, y es que no es el tipo de ciudad al que estoy habituada. Sin embargo, hoy puedo decir que me parece una ciudad fascinante e imperdible para unas vacaciones en Italia. ¿Por Maradona? Definitivamente no. Aunque sí fue lindo ver cómo lo adoraban y escuchar la historia del porqué. Me ayudó a verlo con otros ojos, al menos por un rato.

Entonces, ¿qué tiene de interesante? ¡Todo! Primero vamos con un poco de contexto y después desarrollamos, ¿sí?

Nápoles es una ciudad bastante sufrida de Italia, fundada por los griegos alrededor del siglo VIII a.C., y luego codiciada por romanos, bizantinos, normandos, suabos, aragoneses y borbones (uff, un montón). Durante siglos fue la ciudad elegida por la aristocracia, que instalaba allí sus residencias, especialmente cuando formaba parte del Reino de las Dos Sicilias y era frecuentada por la corte. Sin embargo, tras la unificación de Italia y el traslado del poder hacia el norte, muchas familias nobles abandonaron la ciudad, lo que la llevó a una etapa de decadencia. Aun así, Nápoles siguió creciendo y transformándose hasta convertirse en la ciudad que es hoy.

Si analizamos en detalle todo lo que les sucedió a lo largo de los años, se entiende que hoy en día sus habitantes sean tan creyentes. Se encuentran altares a vírgenes, santos y difuntos en muchas de sus calles, y (mi dato preferido) cuentan con 56 santos patronos oficiales. Si bien en Italia es muy común que cada pueblo o ciudad tenga un santo patrono, en este caso ¡ellos tienen 56! Y aunque los celebren a todos, hay uno que es el más conocido y venerado: San Gennaro. Voy a tener que hacer un post separado con la historia de San Gennaro, porque me parece un relato increíble, pero por ahora volvamos a lo que nos incumbe hoy…

Antes de hablar de las cosas que se pueden hacer y ver en Nápoles, voy a aclarar que yo solo tuve la posibilidad de estar dos días, por lo que no llegué a ver todo, pero si ustedes tienen más días para dedicarle, van a poder aprovecharla mucho más.


Catacumbas de San Gennaro:

Fue una experiencia muy entretenida. Las catacumbas son antiguos cementerios e iglesias, ocultos bajo la ciudad actual, y cuentan con varios pasadizos para recorrer. Los guías del tour son miembros de la organización que ayudó a restaurarlas y reabrirlas al público, por lo que a medida que te van explicando la historia, te das cuenta de que lo hacen con una pasión y una conciencia que no siempre se ve. Es una linda experiencia para hacer si estás poco tiempo en la ciudad, ya que no es muy larga, pero sí muy interesante.

Napoli Sotterranea:
Nosotros no la hicimos, pero nos dijeron que es una gran experiencia. Son túneles subterráneos usados como refugios durante la Segunda Guerra Mundial. Eso sí, no es para claustrofóbicos: los túneles son angostos y hay que recorrer varios metros sin salida (este fue el motivo por el cual no los conocimos)

Basílica dell’Incoronata Madre del Buon Consiglio:
Una de las iglesias que más me gustaron hasta ahora (y vivo en Italia, así que no vi pocas). Fue construida entre 1920 y 1960, por lo que es bastante nueva, y es conocida como la «Pequeña San Pedro», ya que se inspiraron en la Basílica de San Pedro en Roma para construirla, aunque en una escala menor. Se destaca por su fachada, pero su interior también es hermoso, ya que cuenta con numerosas obras de arte rescatadas de otras iglesias napolitanas cerradas o dañadas. Realmente la considero un imperdible en la ciudad.

Catedral de Nápoles:
Es el corazón espiritual de la ciudad. Está dedicada a San Gennaro, y es en donde se celebra el famoso milagro de la licuefacción de su sangre tres veces al año (ya les voy a contar más de esto, como les prometí). Nosotros no la llegamos a visitar, pero si tienen la oportunidad, no duden en ir. 

Quartieri Spagnoli:

Es un barrio tan caótico como pintoresco. Lleno de ropa colgada en los balcones, murales (acá está el de Maradona), motos que pasan al lado tuyo y bares con mesas en la calle. Fue un barrio “peligroso” durante años, pero hoy es un lugar turístico.

Vía Toledo:
Esta es la calle comercial principal de Nápoles. Hay locales de ropa, zapaterías, perfumerías, cafeterías y heladerías. Es muy linda para pasear tanto de día como de noche.

Palacio Real de Caserta (Reggia di Caserta):
A solo 40 minutos de Nápoles se encuentra uno de los palacios más hermosos de la zona. Inspirado en el Palacio de Versalles, es considerada la residencia real más grande del mundo (en volumen), ya que no solo cuenta con 1.200 habitaciones, sino también con jardines de aproximadamente tres kilómetros, ideales para pasear durante el día. El edificio es impresionante, pero sus exteriores son una locura. Googleenlo si no me creen 😉

Pompeya:
Si bien está a 30 minutos de Nápoles en tren, Pompeya es una ciudad que quedó congelada en el tiempo tras la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. Nosotros no tuvimos tiempo de ir, pero nos contaron que al pasear por sus calles se siente como viajar en el tiempo: casas, mosaicos, teatros… todo sigue como lo dejaron sus habitantes al momento de la tragedia. Definitivamente sigue en mi lista de pendientes.


Ahora que ya mencionamos las principales atracciones turísticas de la ciudad, creo que podemos pasar a nuestro último ítem (redobles de tambor, por favor): la comida.

La comida en Nápoles es casi una experiencia religiosa. No solo son los creadores de la mejor pizza de Italia, sino que también tienen otros platos típicos que vale la pena probar. Hay pizzerías muy famosas y reconocidas a las que pueden ir, como “L’Antica Pizzeria Da Michele”, “Sorbillo” y “Starita”, pero la verdad es que donde sea que paren a comer, es muy difícil que salga mal. Para mi, lo mejor es pasear tranquilo y ver en donde les llama más la atención para sentarse a comer, o comprar algo al paso y seguir recorriendo.

En cuanto a lo dulce, los napolitanos tienen dos clásicos: el babà y la sfogliatella. Si bien los pueden probar en prácticamente cualquier puesto o pasticceria, “Sfogliatella Mary” y “Scaturchio” son los lugares más conocidos para esto. 

Tengo que ser honesta (como siempre) y decir que no me gusta ninguno de los dos. El babà te lo sirven en una especie de canastita con mucho ron, y es demasiado fuerte para mí, y la sfogliatella es muy parecida al aragostino (otro dulce clásico italiano), pero con un relleno más pastoso, y cuando la probé ni pude terminarla, pero como dicen: sobre gustos…

Bueno, creo que hasta acá llegamos por hoy. En una próxima entrada les voy a contar la historia de San Gennaro, que me pareció fascinante. Pero antes de despedirme, déjenme decirles que si bien Nápoles no entró en mi top 5 de ciudades, realmente me pareció un lugar pintoresco y entretenido para visitar por unos días o un fin de semana.¡Espero que les haya gustado la publicación de hoy, y nos leemos en la siguiente!
Gracias…

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Hogar

Hogar

Según la RAE, la palabra hogar significa “casa o domicilio”, o bien “familia, grupo de personas emparentadas que viven juntas”. Discúlpenme si no concuerdo al 100% con la RAE, pero para mí la connotación de la palabra “hogar” es un poco más grande. Así que me tomé la libertad de redefinirla para esta publicación, ya que hoy quiero escribir sobre lo que para mí significa tener un hogar.

Por lo que vamos a decir que, mientras dure este escrito, la definición correcta es: Lugar donde una persona crea pertenencia y lazos emocionales, sintiéndolo un espacio propio y significativo. ¿De acuerdo? Ok, comencemos.

Me cuesta mucho arrancar diciendo “el año pasado…”, pero lo que quiero contar fue sucediendo en los últimos cuatro meses y, bueno, técnicamente es el año pasado.

Si fueron leyendo el blog, sabrán (y si no, les hago un breve resumen ahora, no se sientan obligados) que en el 2024 estuve viviendo en un pueblo de Sicilia mientras tramitaba mi ciudadanía, y tenía planes de continuar mi viaje por Suiza. Sin embargo, por una de esas casualidades de la vida, mi pareja consiguió trabajo como ingeniero acá en Italia, y así fue como terminamos mudándonos a la ciudad de Torvaianica en septiembre del año pasado.

Para ponerlos un poco en contexto, Torvaianica es la zona del mar del comune di Pomezia, ciudad que se encuentra a una hora al sur de Roma. Es un balneario tranquilo, donde en la época de verano van muchos italianos de otras ciudades a vacacionar, pero en el invierno se vuelve aún más tranquilo, y solo se ve bastante gente paseando los fines de semana, cuando los locales salen a caminar por la costanera y disfrutar de las vistas del mar.

A mi parecer, tiene unas vibes muy de balneario viejo de la costa argentina, con apenas un par de cuadras de centro, edificios bajos de no más de cuatro pisos, y todo un poco anticuado. Pero tengo que admitir que, desde que vimos la ciudad por primera vez, quedamos enamorados.

Ahora, si bien la ciudad era linda, esto no era lo que teníamos planeado desde un principio, por lo que no solo no sabíamos dónde nos estábamos metiendo, sino que no conocíamos absolutamente nada. Y aunque me encantaría decir que todo fue color de rosas, la verdad es que el primer mes que estuvimos acá fue un poco complicado. Lu se iba a trabajar y yo estaba en casa todo el día, desempleada, sin nada que hacer, sin rutina ni motivación. Me sentía encerrada entre cuatro paredes y no había mucho que pudiera hacer al respecto. Tuve que hacer un gran trabajo para tratar de sobrellevar esa situación, pero de a poco, y con tiempo, todo se fue acomodando.

Para hacer alguna actividad juntos, con Lu nos anotamos a clases de salsa y bachata, empezamos a socializar y nos hicimos parte del grupo. De a poco, y por repetición, fuimos al súper cerca de casa y nos empezamos a saludar con el dueño, que está ahí vigilando casi siempre. Encontramos un café que nos gusta, y al que vamos a desayunar algún que otro fin de semana. Nos hicimos amigos que viven en una ciudad cercana. Ya sabemos a dónde ir a comprar cada cosa que necesitamos y seguimos amando ir a ver el atardecer a la playa cada fin de semana.

Sé que algunas cosas suenan como pavadas, pero pasar de salir de casa y no tener a quién saludar, o con quién hacer algo, de no saber dónde poder comprar un plato o una camiseta, ¿a todo esto que les mencioné? Créanme que se siente como todo un logro. De a poco fuimos armando una rutina y una vida que disfrutamos tanto que, cuando llegó el momento de decidir si nos quedábamos en la zona o nos mudábamos a otra ciudad, no quisimos irnos.

Ese fue el momento en el que me di cuenta: habíamos construido un hogar sin darnos cuenta.

Es increíble cómo uno puede lograr sentir que pertenece a un lugar donde hace un par de meses solo había un departamento vacío y uno ni siquiera sabía que existía. Como, de repente, te vas unos días de vacaciones y, al final, querés volver a tu casa, a tu barrio. Como te sentís tan cómodo que ya no tenés la urgencia de buscar un nuevo destino al que mudarte. Al contrario, querés quedarte un tiempo, recibir a tus seres queridos ahí y mostrarles todo lo que hacés a diario (aunque solo sea leer y caminar por la playa).

No sé si ustedes concuerdan conmigo, o si sienten a su ciudad y su casa como hogar, espero que sí. Pero, cuando estás viajando, es un poco difícil encontrar eso; se necesita algo de estabilidad, y eso no va de la mano de ser backpacker. Y debo admitir que, si bien disfrutaba mucho del dinamismo, de no saber en dónde iba a estar en dos meses y tener todo el mundo a mi disposición como para ir a donde yo quisiera, estar un poco quieta, tener mi casa, mis cosas y encontrar regocijo en la rutina, también me gusta mucho. Encontré una nueva calma y un nuevo disfrute en mi vida en Torvaianica, en mi hogar.

No sé cuánto tiempo nos quedaremos en la ciudad, ni cuánto nos dure esta sensación de que estamos en el lugar correcto. Pero el hecho de haberlo conseguido, de estar en casa y sentirnos a gusto y plenos, creo que ya es un gran logro para lo que va del año, ¿no? ¿Ustedes qué opinan?

Los dejo por esta semana, pero ¡nos leemos en la siguiente publicación!

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Los leones de Sicilia: Reseña Literaria

Los leones de Sicilia: Reseña Literaria

¡Hola a todos! Hoy les traigo una nueva sección en este blog. Debo confesar que estoy disfrutando demasiado de escribir esto porque estoy combinando absolutamente todas las cosas que me gustan pero en un mismo espacio, y me alegra muchísimo poder estar compartiéndolo con ustedes. 

Creo que no hay una sola forma de viajar, si bien sabemos que la de subirse a un avión o agarrar el auto y salir a la ruta es la mejor y más divertida. Por eso hoy les traigo otra forma de irnos por un rato: a través de la literatura. Si hay algo que me gusta de leer, es que te puede llevar a conocer lugares, culturas y hasta idiomas que uno no conocía sin la necesidad de salir de la comodidad de tu casa o de tu sillón. Y eso es lo que vamos a ir descubriendo en esta sección. 

Ahora, para sumergirnos en la cultura italiana, ¿qué mejor que buscar libros de autores que sean locales? En esta ocasión les voy a traer la reseña de un libro de una autora siciliana. Y la idea es que a lo largo de esta sección, y por lo menos al principio, podamos recorrer distintos libros, tal vez de distintos géneros, pero siempre de autores nativos del lugar. 

Para arrancar les traigo Los leones de Sicilia, un libro del género romance histórico, escrito por la autora Stefania Auci.

La trama cuenta la vida de la familia Florio, comenzando con la historia de Ignazio y Paolo, quienes llegan a Palermo (Sicilia) en 1799 huyendo de los terremotos de su tierra natal en Calabria. Allí montan una tienda de especias que termina siendo la mejor de la ciudad y comienzan a expandir sus negocios a otros rubros también. Luego, cuando Vincenzo, el hijo de Paolo, toma las riendas de la Casa Florio, logran un avance imparable, con su propia compañía naviera, bodegas y fábricas. Sin embargo, en Palermo nadie los acepta, y durante décadas los consideran “extranjeros” y “mozos de cuadra”.  Nadie es capaz de comprender hasta qué punto en el corazón de los Florio late un ardiente deseo de éxito social que condiciona sus vidas durante generaciones, para bien y para mal.

Les prometo que todo esto que les estoy contando no es spoiler del libro. No solo está en la sinopsis oficial (como pueden ver en Goodreads), sino que la familia Florio existió de verdad. Por lo que si googlean acerca de ellos, van a saber esto mismo que les acabo de contar y tal vez un poco más. Lo que hace Stefania Auci en esta novela, es redactar de forma ficticia la vida privada de esta familia, y como su deseo de alcanzar el prestigio social los lleva a tomar las decisiones comerciales y personales que podemos ver a lo largo de la historia. 

Si tengo que ser honesta, a mi en particular no me gusto mucho. Le di 3 estrellas de 5, y solo porque sí logró mantenerme expectante en varios momentos de la historia. Sin embargo, la forma en la que está redactado, con muchos saltos temporales en el medio, me hizo un poco difícil la lectura. Seguir la trama al tener que estar reubicandome constantemente en el tiempo, hizo que por momentos, tuviera que dejar el libro o volver a leer la misma página, para ver si estaba entendiendo bien cuánto tiempo había pasado. 

A su vez, hubiera preferido que se informara un poco más al lector acerca de los sucesos políticos de ese momento. Estos solo están mencionados al inicio de cada gran salto temporal, y de una forma tan acotada y veloz, más parecida a una crónica periodística que a otra cosa, lo que me generaba aún más confusión. Por lo que luego, cuando nombraban personajes políticos importantes de la historia, no tenía tan en claro quienes eran y me costaba seguir el hilo y comprender algunas acciones. 

En cuanto a las historias “románticas” en la novela, como gran fanática empedernida del amor puedo decir que no estuvieron muy presentes. Los sentimientos que más prevalecen a lo largo de toda la historia son el rencor, el odio y el orgullo. Y son estas emociones las que llevan a los personajes a tomar las decisiones, no hacen las cosas por otro motivo. En general, cuando leo historias en donde estas emociones son las principales me incomodo un poco, no logro terminar de conectar con los personajes y con la historia debido a esto. En goodreads, leí una reseña en la que decían que parecía que la novela estaba escrita más para hacer una película o una serie, que para ser disfrutada como novela en sí. Y no solo estoy de acuerdo, sino que el tiempo le dio la razón a esta persona porque en la plataforma de Disney+ ya está la primera temporada de esta historia. 

En resumidas cuentas y para terminar con la reseña, es una novela histórica, bastante parecida a una telenovela mexicana vieja si me preguntan, entretenida de leer, un poco lenta y confusa, pero con la que al final del libro sabes y conoces algo de la historia de Sicilia, y por qué son un poco juzgadores de “ los de afuera” (incluso los de su propio país). La isla de Sicilia tiene una historia bastante difícil, con regímenes monárquicos distintos y muy duros para con ellos, que los llevaron a sufrir hambre y devastación durante años. 

Si lo que les interesa es pasar el rato, aprender un poco, y saber sobre antiguos métodos de producción y conservación del atún, les recomiendo que lo lean. Si quieren saber más sobre la historia de la isla en general (siempre de una forma entretenida, obvio), déjenme decirles que todavía me quedan varios libros para leer y reseñar y que ya voy a encontrar uno más informativo, no se preocupen 😉

En cuanto a la serie de Disney, es un poco más entretenida que el libro en sí. Modificaron algunas acciones y tramas de la historia, para que sea un poco más amigable con los protagonistas, por lo que uno no los llega a detestar del todo (va, depende). Contrario a lo que suelo opinar, creo que la serie es mejor que el libro, por lo que se las recomiendo como una forma amena de aprender un poco sobre el pasado de Sicilia. Lo único “malo”, para nosotros al menos, es que los diálogos originales están en su mayoría en siciliano, por lo que aún si entienden italiano la van a tener que ver con subtítulos en algún otro idioma, porque sino no se entiende nada. 

Ahora si, hasta acá llegamos con esta publicación, espero que les haya gustado y generado aunque sea un poquito de interés como para (al menos) ir a chusmear la sinopsis y otras reseñas del libro.

Ustedes ¿leyeron Los Leones de Sicilia? ¿Les interesaría leerlo? ¿Vieron la serie? Si hay algún libro en particular que les gustaría recomendar, soy toda oídos (o toda ojos teniendo en cuenta que estamos en un blog). 

¡Como siempre, gracias por leerme! ¡Nos vemos en la siguiente publicación!

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Caponata Siciliana: fusión de culturas y sabores

Caponata Siciliana: fusión de culturas y sabores

¡Buenas! Hoy les vengo con una entrada un poco distinta. Como ya saben (porque espero que hayan estado chusmeando el blog), no solo estuve viviendo en un pueblo al noreste de Sicilia, sino que estuve trabajando como cocinera en un restaurante. Hasta ahora fue uno de los trabajos que más me gustó de los que hice viajando, no solo porque tuve la oportunidad de conocer en profundidad a los italianos con los que trabajé, sino porque pude aprender recetas originales de la mano de ellos y pasar horas cocinando platos deliciosos, que luego nos elogiaban.

Por eso, esta vez les voy a compartir un poco de lo que aprendí en esos meses.

Pero primero, un poco de contexto: para los que no saben, Sicilia pasó por distintas colonizaciones a lo largo de su historia, por lo que tiene una mezcla de culturas, con influencias griegas, normandas, árabes y españolas. Eso se ve mucho en la arquitectura de la isla, pero también en sus tradiciones y en sus comidas. Por ejemplo, los árabes introdujeron las berenjenas (que ahora ellos meten hasta en la sopa), así como métodos de cocción y combinaciones de sabores agridulces. Los españoles trajeron cultivos de tomates y morrones. Incluso los griegos llevaron métodos de conservación de alimentos y la utilización de hierbas y vinagres. Si llegan a viajar a Sicilia, o ven algún video de cocina local, se van a dar cuenta de que todo esto sigue muy presente.

La receta que les voy a contar ahora es un plato tradicional siciliano que, dicen, empezó como un plato de la cocina pobre, utilizando ingredientes de temporada (bueno, bonito y barato) y combinando todas estas influencias que les mencioné. Aunque en sus orígenes era simplemente una mezcla ideal para conservar y almacenar por más tiempo, hoy en día es un excelente plato que no solo se puede usar como acompañamiento para una comida, sino también como antipasto (nuestra querida picada pero con nombre italiano). ¡Con ustedes: La Caponata!

Lo que me parece más loco de este plato es que hay más de 35 recetas distintas, ya que va variando según la zona y ciudad. Lo único que tienen todas en común es el uso de berenjena, vinagre y azúcar . Por ejemplo, en la zona de Catania se hace con morrones también, en la zona de Agrigento se le agrega aceitunas negras, pero no verdes, y en la zona de Messina se hace con concentrado de tomate en vez de tomates frescos como en Palermo. Estuve investigando un poco antes de escribir esto (tengan en cuenta que estoy tratando de ser profesional al respecto) y pareciera que la receta que me enseño Rita y que les voy a mostrar es una buena mezcla entre la Catanesa y la Palermitana.

En este caso vamos a verla con cantidades como para 20 personas (no se olviden que Rita es dueña de un restaurante), pero debajo les voy a dejar mi adaptación para hacerla en casa 😉

Ingredientes:

  • 5 berenjenas grandes
  • 4 morrones rojos
  • 4 morrones amarillos
  • 5 cebollas grandes
  • 20 aceitunas verdes descarozadas
  • 15 alcaparras
  • 2 cucharones de salsa de tomate
  • Sal
  • Vinagre de vino tinto
  • 2 cucharadas de azúcar

Lo primero que vamos a hacer es picar todo. La berenjena y los morrones van en cuadrados grandes, y la cebolla en juliana. Si tenemos que descarozar las aceitunas, lo hacemos también, así al momento de ponernos con la sartén no hay que estar distrayéndose.

Ahora, lo más importante de la Caponata y el paso que todas las recetas siguen es “se fríe todo por separado”. Si, va todo frito, dije que era un plato tradicional, no uno sano. Entonces, primero vamos a poner aceite de girasol en una sartén y vamos a freír la cebolla junto con las aceitunas y las alcaparras. ¿Por qué esto se fríe junto, si dije que todo se fríe por separado? No hay por qué.

Una vez que tengamos la cebolla doradita, la vamos a sacar con una espumadera o un colador (la idea es que el aceite siga quedando en la sartén para reutilizarlo) y la vamos a llevar a otra sartén más grande en donde vamos a ir metiendo todo lo que cocinemos. Repetimos el proceso con la berenjena, y una vez que está, la ponemos junto con la cebolla. Lo último que vamos a freír es el morrón, porque pierde líquido, entonces el aceite va a quedar mezclado con agua un poco roja y no queremos freír nada más en eso.

Cuando ya tengamos todo listo y junto en una sartén, vamos a agregar las cucharadas de salsa de tomate y la sal. En este caso es un puñado grande de sal, pero al hacerlo para menos personas le podemos poner lo que nos parezca apropiado. Cada uno sabrá que tan salado le gusta comer. Vamos a ponerlo a fuego muy, muy bajo y lo dejamos unos diez, quince minutos para que se siga cocinando así se empiezan a asentar los sabores. Lo importante es no revolverlo mucho, solo lo justo y necesario para que no se pegue, ya que si no, se empieza a desarmar la berenjena haciendo una especie de puré y deja de ser Caponata.

Cuando pase este tiempo, le vamos a agregar el vinagre, al que previamente le metimos el azúcar, y lo vamos a volver a dejar otros quince minutos a fuego lento, hasta que sintamos que se evaporó un poco el olor y que no nos noquee cada vez que acercamos la cara a la sartén.

Ahora si, la Caponata está terminada. Solo queda esperar a que se entibie y ¡a degustar!

¿Qué pasa si la queremos hacer en casa? Obviamente no vamos a prepararla como para 20 personas, a menos que queramos stockear todo el freezer, claro. Así que en este caso, vamos a hacerla con solo 2 berenjenas, 1 ½ morron rojo, 1 ½ morron amarillo, 1 cebolla grande, 5 aceitunas, 2 o 3 alcaparras, una cucharada de salsa de tomate, una cucharadita de azucar y solo un chorrito de vinagre.

¿Se puede hacer una versión sana de la Caponata? Sí y no. Sí, porque podemos no freír las verduras y solo saltearlas, o hacerlas en la airfryer. Pero no, porque en ese caso lamento decirles que dejaría de ser Caponata y pasaría a ser otra receta. Pero como poder, se puede.

Antes de terminar, les cuento algo gracioso que me pasó mientras preparaba esta entrada. Al leer en internet sobre la receta, noté que todas (sí, todas) las versiones llevaban azúcar, lo cual me sorprendió. Si yo en el restaurante no la hacía con nada más que con sal ¿cómo podía ser? Obvio que al ver esto, empecé a dudar y me preocupé. ¿Había estado dos meses cocinando y vendiendo mal un plato típico? Al día siguiente, le pregunté a Rita. ¡Por suerte, todo fue risas cuando descubrimos que había estado preparando la famosa receta «agridulce» sin nada, absolutamente nada, de la parte dulce! Resulta que al final, no estaba tan canchera con las recetas de la cocina después de todo. Pero, en fin, cosas que pasan.

Espero que hayan disfrutado de esta mini lección de historia y gastronomía, ¿Qué les pareció la receta? ¿Se animarían a hacerla y probarla? No se olviden de dejarme en comentarios que les pareció y si les gusta este tipo de entrada!

Con esto me despido por ahora, ¡nos leemos en la próxima publicación!

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Montalbano Elicona: Redescubriendo Italia

Montalbano Elicona: Redescubriendo Italia

¡Buenas! Hoy estoy muy entusiasmada por todo lo que les voy a contar. Se trata de una aventura más reciente: la última ciudad en la que vivimos antes de comenzar este blog, Montalbano Elicona. Y quédense hasta el final del post porque viene con una sorpresa 😉

Como ya mencioné en entradas anteriores, cuando me fui de Italia en enero de este año, estaba muy enojada con todo lo que implicaba este país: su cultura, su burocracia, su sociedad. No me gustaba para nada la idea de tener que volver, pero seguía teniendo mi objetivo pendiente: la ciudadanía italiana.

Durante los meses que estuve en Argentina, busqué distintas ciudades para volver, siempre en el norte del país. El problema fue que conseguir alojamiento donde establecer residencia era complicado, por no decir solo caro, y para cuando faltaban solo tres semanas para viajar, nosotros todavía no habíamos logrado conseguir nada. Así que no nos quedó otra que ampliar la búsqueda e incluir al sur de Italia como un posible destino.

Así fue como terminamos en Montalbano Elicona, un pueblo de la provincia de Messina, en la región de Sicilia.

No vamos a fingir que la idea me gustó de entrada, porque sabemos que no. Había googleado el destino antes de viajar y parecía lindo, pero de internet a la realidad suele haber una gran diferencia, así que no quise hacerme muchas ilusiones.

El 7 de mayo de 2024, una Delfina muy asustada volvió a emprender el viaje hacia el sur de Italia, con menos convicción y ganas que nunca. Pero una vez ahí, el pueblo me dio la bienvenida y me mostró lo equivocada que estaba.

Para empezar, era hermoso. Un pueblo medieval, con una parte histórica completamente cuidada y mantenida, que te invita a recorrerla cuantas veces puedas. La gente era amorosa y cálida, siempre con una sonrisa y buena predisposición para ayudarte, responderte, venderte o lo que fuera necesario en el momento.

El departamento que habíamos conseguido era amplio y luminoso, y lo más importante: solo nuestro.

Y para colmo, conseguimos trabajo como “cocineros” a menos de una semana de haber llegado, lo cual era una prioridad en ese momento (como siempre). Si bien al final de nuestra estadía ya no queríamos saber nada más del restaurante, la verdad es que el trabajo en sí no estaba mal y era bastante entretenido. La cantidad de horas por día eran agotadoras, pero nos ayudaban a pasar el tiempo y, en mi caso, a controlar la ansiedad por el trámite de la ciudadanía, que cada vez parecía más lejano.

Tanto Nino como Rita, los dueños del restaurante, fueron siempre muy amables con nosotros y nos enseñaron a preparar cada una de las especialidades de la cocina, algo de lo que ya les voy a contar más adelante.

No teníamos mucho tiempo libre para disfrutar de los alrededores del pueblo, pero nos tomamos como costumbre ir todos los lunes al Caffè Trinacria, cerca de la plaza principal, a desayunar con un café y un cornetto de crema y otro de chocolate. Honestamente, creo que fueron los cornettos más ricos que comimos estando en Italia, y si algún día llegan a estar por el pueblo, les recomiendo que no se los pierdan.

Ya más acomodada, y un poco menos enojada con Italia, empecé a notar las cosas buenas que trajo esta segunda vuelta, como el hecho de que pude mejorar muchísimo el idioma. Pasé de hablar como Tarzán todo el tiempo, a solo hacerlo de vez en cuando, logrando mantener conversaciones enteras con italianos sin trabarme. Aprendí a disfrutar de las cosas buenas de su cultura, como la cocina, y a dejar pasar las no tan buenas, como el machismo (que siempre está, no importa la zona a la que vayas). Y ni hablar de los paisajes y los atardeceres que nos regalaba el pueblo en general.

El momento que más disfruté de estar en el pueblo, fue durante las festividades de agosto. Como en el resto de Italia, se celebran distintas fiestas durante este mes, y en este caso la principal fue la celebración de la Madonna della Providenza. Esta consistía principalmente en bajar a la Virgen de la iglesia donde está situada, hacer la procesión llevándola por todo el pueblo y luego devolverla a su lugar. Aunque esto no terminó ahí,  durante todo el mes hubo varias celebraciones en la plaza principal: ferias con puestos de venta en la calle, recitales y muchas otras cosas para disfrutar.

Mi celebración favorita fue para Ferragosto (el feriado más importante del mes en toda Italia). Ese día, hicieron un show en la plaza con una banda que tocaba canciones de distintos géneros y toda la gente del pueblo se reunió para verlos. Muchas parejas de señores mayores bailaban la música en el medio de la plaza. Hasta el momento no había visto nada así y me gustó tanto, me generó tanta alegría y emoción, que Lu y yo nos quedamos mirándolos por horas, hasta casi el final del espectáculo. Fue hermoso ver a toda la gente reunida, bailando despreocupadamente y celebrando.

Eso fue durante nuestras últimas semanas en Montalbano, y cuando llegó el momento de irnos (larga historia, otros motivos no relacionados con la ciudadanía), yo ya no estaba tan entusiasmada. Sí, me ilusionaban los nuevos proyectos, pero me sentía tan cómoda en Montalbano, tan en casa, que no quería irme. Tengo que admitir que esto último me sorprendió, porque hasta el momento no me había pasado nunca viajando.

De todos modos, me fui sabiendo que iba a volver, todavía me quedaba cumplir con el objetivo por el cual había ido en primer lugar: obtener la ciudadanía. 

Pasó exactamente un mes desde que nos fuimos hasta que recibí ese llamado, el más importante de mi vida hasta ahora. Así que volví, viajé de nuevo a mi querido Montalbano Elicona. Con mucho orgullo y felicidad, les informo que ayer, 8 de octubre de 2024, concluí con los trámites y soy oficialmente ciudadana italiana.

Si antes ya tenía varios motivos para tenerle cariño a este pueblo y recordarlo para siempre, ahora aún más. Después de una aventura larguísima y agotadora, de un año y medio de trámites, problemas y complicaciones, finalmente logré la resolución que necesitaba. Y fue una hermosa casualidad que esto sucediera mientras escribía esta entrada sobre el lugar que lo hizo posible.

No me queda más que agradecerle a Montalbano Elicona por ser el lugar hermoso que es y por darme exactamente todo lo que necesitaba para que esta segunda experiencia fuera más amena y me cambiara la visión sobre este increíble país que es Italia. Y por darme la ciudadanía, obvio 😉

No tengo mucho más para agregar por hoy. Esta semana está siendo muy ocupada, con viajes, trámites y demás, así que mejor me despido. Como siempre, muchas gracias por leer, espero que hayan disfrutado esta publicación y que celebren conmigo esta tan buena y esperada noticia.

¡Los quiero! ¡Nos leemos en la próxima publicación!

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La Varia di Palmi

La Varia di Palmi

¡Buenas y santas! Hoy empezamos a tono, ya que les traigo una publicación un poquito religiosa. Como el título lo indica, les voy a contar acerca de una de las festividades más importantes de la región de Calabria: la Varia de Palmi.

Primero, un poco de contexto: Palmi es una ciudad situada en la provincia de Reggio Calabria, que forma parte de la zona conocida como la «Costa Viola», famosa por sus acantilados y aguas cristalinas. Tiene aproximadamente 20.000 habitantes y suele recibir bastante turismo durante el verano, debido a los múltiples balnearios en su zona de playa.

Pero cuando esta ciudad realmente se llena es durante la celebración de la Varia, una festividad religiosa que comenzó hace más de 340 años. Este evento tiene sus raíces cuando Palmi brindó asistencia a la ciudad de Messina tras una epidemia que causó la muerte de más de 40.000 personas.

Como signo de agradecimiento, la ciudad de Messina donó a las autoridades eclesiásticas de Palmi un cabello de la Virgen. En su honor, construyeron capillas y altares y comenzaron a realizar procesiones en la festividad de la Asunción, siguiendo el modelo de Messina. ¿Pero por qué es tan importante esta festividad? ¿Qué tiene de especial esta procesión?

En pocas palabras, la Varia representa la asunción de María al cielo. Es un carro sagrado con una alegoría del universo, pero desde una perspectiva geocéntrica, donde la Tierra es el centro del universo, con el sol, la luna y las estrellas girando alrededor. Un aspecto impresionante y único de este carro es que, a diferencia del de Messina, donde se utilizan muñecos, en la Varia de Palmi todas las personas que participan son reales.

Los personajes principales son la «animella» y el Padre Eterno. La «animella» es una niña de unos 11 años que representa el alma de la Virgen y es elegida por votación popular. Antiguamente, se seleccionaba entre niñas pobres y huérfanas, ya que, además, se les entregaba un «premio» con el que luego podían vivir dignamente. Hoy en día, si bien la dote se mantiene, ya no es requisito que la niña sea pobre.

En general, las celebraciones de la Varia comienzan el 16 de agosto, cuando se lleva la base del carro a la zona donde comienza el recorrido y se empieza a armar. Luego, en los días previos al último domingo de agosto, día en que se celebra la Varia, hay varios eventos: la preselección y selección de la «animella» y el Padre Eterno, la prueba de coraje (donde se mueve el carro con la niña arriba para ver si lo puede tolerar) y otras festividades organizadas por las corporaciones.

Cinco grupos participan en la organización y llevan a cabo la procesión. Estos representan diferentes oficios y tienen colores que los distinguen: azul para los marineros, rojo para los artesanos, amarillo para los carreteros, naranja para los boyeros1 y verde para los campesinos. Los participantes de estos grupos son llamados «mbuttaturi».

Bajo la Varia van 200 «mbuttaturi». En los mástiles, comenzando por la derecha, van primero los marineros, luego los artesanos, los carreteros, los boyeros y finalmente los campesinos. Toda la ciudad puede ayudar a llevar la Varia con las cuerdas, pero bajo el carro y las vigas solo van los «mbuttaturi».

Un dato curioso acerca del carro de la Varia (además de que pesa toneladas y mide 16 metros de altura) es que no tiene ruedas. Se desliza por el corso Garibaldi gracias a cuatro XXX ubicados debajo, que resbalan sobre las rocas de granito del corso. De hecho, durante el transporte, se puede sentir el humo generado por el contacto entre el acero y el granito. Quienes llevan el carro, arrastrándolo por la calle, tienen que usar varios pares de medias para no quemarse los pies, ya que no pueden usar zapatos porque se podrían tropezar.

Así, a pura fuerza física y voluntad de los «mbuttaturi», la Varia recorre todo el corso Garibaldi, desde el principio hasta el final. Al llegar al final, el Padre Eterno gira la «animella» y regresan hasta detenerse en la plaza Primo Maggio, la principal de la ciudad.

La ciudad vive y respira esta festividad. Es impresionante ver cómo las distintas organizaciones y las festividades de los días previos al evento transforman el ambiente de Palmi. Desde el show de luces en la plaza principal hasta la decoración de las calles, el ambiente de agosto es de celebración constante. Al presenciar todo lo que sucede durante este mes, uno entiende por qué es tan importante para sus habitantes.

Sumado a esto, el concepto del milagro de la Virgen y la celebración religiosa es algo que, aunque uno no sea creyente o no comparta ciertos ideales, realmente es digno de presenciar y disfrutar. Tal es así que, en 2013, la Varia di Palmi fue incluida en el patrimonio oral e inmaterial de la humanidad por la Unesco, reconociendo su importancia cultural a nivel mundial.

No puedo describir con palabras las sensaciones que le atraviesan a uno cuando está viviendo este evento. Ver a toda la gente concentrada a lo largo de la calle principal y la plaza, sentir la presencia de una energía que conmueve a miles de personas al mismo tiempo, ver la emoción y las lágrimas en la cara de cada uno de los que participan, incluso si solo lo hacen como espectadores. La euforia y el placer de saber que estás presenciando algo magnífico, único, que no vas a encontrar en otro lugar, al menos no representado de la misma forma.

Puedo decir, entonces, que la Varia de Palmi no es solo una tradición religiosa, sino un evento que involucra a toda la comunidad, transmitiendo valores de fe y esfuerzo colectivo. Vivir esta experiencia no solo le permite a uno apreciar la historia y las creencias de la región, sino también comprender la profunda conexión entre el pasado y el presente de este pueblo.

Escribir esta entrada fue muy especial para mí. No solo porque me permite contar en detalle un evento que pude vivir y disfrutar el año pasado, sino también porque tuve el placer de hablar con Francesco (Ciccio) Gagliostro, un amigo de la ciudad que participa en la organización de la Varia con el grupo de los marineros. Francesco me brindó información valiosa, explicándome en detalle cómo funciona esta tradición tan importante para ellos y sumando datos que yo desconocía.

Además, tengo el orgullo de compartir con ustedes las fotos que tomó ese mismo día un gran amigo mío y excelente fotógrafo: Tomás Palacios. Él se lleva todo el crédito por las imágenes que pudieron ver en esta publicación y en la de Instagram. (No me digan que no están increíbles). Pueden ir a chusmear su Ig haciendo click acá.

Se podría decir que esta es mi primera entrada colaborativa, y creo que hasta ahora va muy bien, ¿no? ¿A ustedes qué les parece?

No se olviden de dejar en los comentarios qué opinan de esta entrada y del evento en sí. ¿Les gustaría vivir la experiencia de una Varia de Palmi? ¿Creen que en Argentina tenemos algo similar y no es tan conocido? ¡Cuéntenme!

Mientras tanto… ¡Nos leemos en la siguiente publicación!

  1. «Boyeros» es el término utilizado para referirse a las personas que se dedican a guiar y manejar bueyes, animales utilizados tradicionalmente para el transporte de carga o para labores agrícolas, como arar la tierra. ↩︎

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(No tan) Querido Palmi 

(No tan) Querido Palmi 

Ok, ya sabemos que mi primera venida a Italia fue un poco fallida. El proyecto inicial nunca salió y tuve que volver a Argentina más quebrada que nunca y con una angustia que me agobiaba. Pero si bien no todo fue soñado, la ciudad de Palmi tuvo algunas cosas buenas, y otras que me ayudaron a crecer todavía un poco más. 

Uno de los desafíos más grandes con los que me encontré en este viaje fue el tema del idioma. Cuando me fui a Australia, si bien nunca antes había estado necesitada de hablar en inglés todo el tiempo, me sentía bastante cómoda con mi vocabulario y mi pronunciación como para no tener que preocuparme mucho por comunicarme. ¿Pero en Italia? Cuando llegué no sabía decir nada más que Ciao (hola/chau), grazie (gracias) y “il ragazzo mangia la mela” (el niño come la manzana). Duolingo fue de ayuda para esta última frase, pero digamos que a la hora de comunicarme realmente con alguien, estaba complicada. 

Por alguna de esas desgracias con suerte que suceden en la vida, mi novio consiguió un trabajo como camarero en un bar y le preguntó al dueño si no tenía algo para mí, teniendo en cuenta que no sabía hablar nada de nada. Su solución fue ponerme a entregar cornettos. Por si no lo saben, un cornetto es lo que nosotros en argentina conocemos como “croissant” (aunque la receta es un poco diferente), y en Palmi, del 15 de julio al 15 de septiembre se vendían a la noche como postre o colación post joda. Mi trabajo consistía básicamente en preguntarle a la gente que gusto quería, pedirles el ticket de la compra y entregarle la cantidad que hubieran comprado. Sencillo, rápido y sin mucha comunicación. 

El problema surgió cuando al mes de haber estado en este trabajo y solo haber aprendido a decir algunos verbos y como se decían las palabras: abajo, bolsa, bandeja y servilleta, el dueño decidió cambiarme y ponerme como camarera en el otro bar donde estaban mi novio, su primo y otra amiga. Si no tuve un ataque de pánico en mi primer día en ese trabajo pega en el palo. ¿Cómo se suponía que tomara una comanda si no sabía ni hablar? Fueron los peores dos meses de mi vida si tengo que ser sincera. Trabajamos entre 10 y 12 horas por día desde el inicio de la temporada, llegando a unas 16, uno de los días más fuertes de agosto, y sin días de descanso. Volviamos a casa a las cinco o seis de la mañana, después de haber estado corriendo toda la tarde y noche y atendiendo casi 50 mesas por noche cada uno. Si, cada uno, éramos solo cuatro camareros. Y a todo el desgaste físico que eso implicaba, había que sumarle el desgaste mental que suponía estar hablando y tratando de entender un idioma que no conocía y con el cual, vamos a ser honestos, estaba sumamente negada.

Pero, cada trabajo tiene su recompensa ¿no? En este caso olvídense de la recompensa monetaria porque esa casi no existió. Pero gracias a ese laburo conocí al grupo de amigos que formamos en Palmi, me pude ir de vacaciones a Cerdeña con Lu cuando terminó la temporada, aprendí a hablar un poco (y a lo Tarzan) en Italiano, y comí cornettos con nutella gratis todas las noches por lo que duró Agosto. Algo es algo. 

Si bien fueron dos meses muy desgastantes y duros, estar en la plaza principal de la ciudad todas las noches me permitió poder ver todos los eventos que fueron sucediendo en la ciudad durante el verano, y créanme que no fueron pocos. Hubo shows de luces, musicales, desfiles, y La Varia de Palmi (un evento del que les voy a hablar próximamente) y que aunque es algo muy extraño de ver, fue inolvidable. 

Una vez que terminó el verano, y pasaron nuestras merecidas vacaciones, hubo que volver a la búsqueda laboral y acá fue donde conseguimos el trabajo más random y que no hubiéramos pensado que íbamos a hacer estando en Italia: cosechadores de olivas. 

Contrario a los videos que vimos de la cosecha en Argentina o lo que uno puede esperar después de haber estado viviendo en Australia, acá la cosecha era muy a la vieja usanza. Se colocaban redes larguísimas, de 100 o 200 metros en el suelo, y (como la máquina nunca funcionó) esperábamos a que el viento tirara las olivas ya maduras al piso. Después íbamos juntando las redes, haciendo montoncitos que se pasaban a unos cajones y cargándolos en un tractor, para que el encargado del campo los lleve al “frontolio”, la fábrica de aceite. 

Nunca llegamos a probar el aceite proveniente del campo donde trabajabamos, pero los dueños de la casa donde vivíamos tenían otro campo y nos vivían regalando botellas de su producción. No tiene sentido lo gustoso que era, el mejor aceite de oliva que probé en mi vida. Ahora, ¿las aceitunas para comer? Es una tarea bastante difícil encontrar aceitunas que no sean amargas o duras. Después de haber probado muchísimas, puedo asegurar que sigo prefiriendo las aceitunas de nuestro país. 

Para el final de mi aventura en Palmi, y después de haber trabajado en distintos rubros, no solo estaba cansada físicamente, sino que no tenía la fuerza mental para quedarme en Italia y seguir luchando por la ciudadanía. Por lo que decidí volver a mi casa, descansar un poco, recargarme de energía y esperar los 90 días necesarios para poder volver a entrar como turista a Italia. 

El irme no fue difícil, ya estaba cansada de muchas cosas que no me gustaban de la ciudad y frustrada después de varias malas experiencias. Lo único que me costó fue irme sabiendo que probablemente no iba a poder volver a ver a todos mis amigos. Eso es lo que más me cuesta al irme de un lugar, saber que todos los amigos que me hice ahí van a seguir su camino también, y aunque la voluntad de reencontrarse siempre esté, cada vez se vuelve más complicado. 

Hoy, con varios meses transcurridos en el medio, puedo acordarme de estas cosas, estos trabajos y reirme un poco. Pero no fueron meses sencillos, hubo muchas emociones en juego y muchos problemas como para llegar al final de ese viaje tan cansada y enojada con Italia que no quería saber nada con volver (miren como salió eso). Pero de todo se aprende, creo que incluso las malas experiencias, o las no tan buenas sirven para algo, te dejan una enseñanza y algo de recompensa. En este caso, no querría que las cosas se hubieran dado de otra forma, porque sino hoy no estaría con Lu, ni tendría los proyectos que tengo. Quien sabe a dónde me habría llevado el destino. 

¿Y ustedes? ¿Tienen alguna experiencia no tan buena viajando que igual no cambiarían? ¿Se animarían a trabajar de cualquier cosa con tal de experimentar cosas nuevas? 

Espero que les haya gustado saber un poquito más de este viaje. ¡Nos leemos en la siguiente publicación!

PD: acá abajo les dejo una guía con palabras y frases (básicas) en italiano que, por lo menos a mí, me hubiera servido mucho saber antes de llegar. ¡Espero que los ayude! Haciendo click en el link la pueden descargar 😉

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Italia: Un viaje de amores y desencantos

Italia: Un viaje de amores y desencantos

Teniendo en cuenta que este es mi blog y puedo publicar en el orden que quiera (o al menos mientras se entienda), vamos a ir y volver en el tiempo las veces que sean necesarias para cubrir estos tres años de aventuras que viví. Hoy les quiero contar sobre una experiencia un poco agridulce que tuve el año pasado. 

Para esto quiero aclarar que, en mi último tiempo en Australia, decidí que quería viajar a Italia para tramitar la ciudadanía. Sorprendentemente, porque el ahorro no es lo mío, pude juntar la plata necesaria y, en abril de 2023, me encaminé a Roma para cumplir mi nueva meta.

Si tengo que agradecer una cosa en especial de ese viaje, es que no fui 100% sola. Cuando tomé la decisión de hacer este viaje, hablé con un amigo de Sydney, y resultó que él estaba planeando lo mismo, para la misma fecha y la misma zona de Italia (¿cuántas son las chances, no?).

El resultado obvio fue que vinimos juntos, no solos, sino con su familia y amigos. Al principio yo solo era una colada más en el grupo con el que él venía, o al menos eso pensábamos. Resultó que cuando llegamos a Roma, no pasaron ni dos días hasta darnos cuenta de que lo nuestro no era una simple amistad y a las pocas semanas ya estábamos viviendo y trabajando juntos, y al poco tiempo terminamos en el resultado inevitable: de novios.

Ok, puntos para mi vida amorosa. Pero, ¿y el resto? ¿Mis planes? ¿La ciudadanía? Si digo que cambie unas 40 veces de planes en el transcurso del año creo que me quedo corta. En cuanto a la ciudadanía, lamentablemente no siempre todo sale como uno quisiera. En mi caso, después de esperar nueve meses en una ciudad que no me gustaba, haciendo trabajos que no disfruté en lo más mínimo, y sufriendo por primera vez el estar lejos de mi casa y mi familia, no logré obtenerla. Uno a veces confía en las personas equivocadas, que te aseguran cosas que no son y cuando te das cuenta ya es demasiado tarde. En resumen, eso fue lo que me pasó en la ciudad de Palmi: un conjunto de situaciones que me perjudicaban y una persona que me prometió resultados que nunca obtuve.

Creo que no tengo ni que mencionar que el solo hecho de estar haciendo trámites legales en un país que no es el tuyo, y con un idioma que no manejas es estresante. Pero si a eso le sumas la explotación laboral, las ganas de algunas personas de lucrar con vos y tu desesperación y algunas que otras cosas más que me pasaron…

Después de casi un año, el 05 de febrero de 2024, volví a mi casa en Argentina con más ganas que nunca. Jamás necesité tanto un abrazo de mi mamá, o tomar unos mates con mi viejo. O juntarme con mis amigos a comer algo. 

Pero entonces, si todo fue tan horrible, ¿por qué volver a Italia? Bueno, resulta que todo siempre tiene su lado bueno y la verdad es que gracias a todos los meses que pasamos esperando la ciudadanía en la misma ciudad, conocí gente increíble. Un grupo de amigos con los que no solo compartí mates e idas a la playa, sino también desgracias, penas, alegrías, cumpleaños, y hasta las fiestas. Navidad y Año Nuevo definitivamente no fueron lo que esperábamos, pero sin dudas fueron unas de las mejores fiestas que pase hasta ahora. Rodeada de amor, risas, karaoke y buenos deseos. Nada más lindo que compartir el tiempo con gente buena y que te quiere. 

Las personas siempre son una parte fundamental de las experiencias, y en este caso no me puedo quejar para nada. Italia me puede haber hecho llorar bastante, frustrarme y hasta querer rendirme y tirar todo por la ventana. Pero por el otro lado me dio al amor de mi vida, y una familia del otro lado del charco que me hizo reír en los momentos en que más lo necesitaba y que hoy en día me sigue acompañando, aunque cada uno haya elegido distintos destinos donde vivir. 

Para ir cerrando, mi primera experiencia en Italia no fue la mejor del mundo, pero me dejó cosas muy lindas y varias enseñanzas. Viajar no siempre es increíble y soñado, uno también puede pasar por momentos feos y querer volver a casa, creo que lo importante es saber cuando realmente vale la pena tirar la toalla y volver, y cuando es algo simplemente pasajero y que no vale la pena arruinar todo por eso. 

Así y todo la vida me dio revancha, porque en mayo de este año, volví al sur de Italia para obtener de una vez por todas mi ciudadanía. Y aunque al día de hoy todavía no la tengo, sigo siendo explotada laboralmente, y sigo teniendo algún que otro problema con el idioma, se que solo es temporal y que es cuestión de meses para que las cosas cambien y podamos, junto con Lu, formar la vida que queremos juntos y empezar con nuestros proyectos. Paciencia, es lo que Italia me tuvo que enseñar, a tener paciencia. Porque como dicen, Roma no se hizo en un día, ¿no?

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