(No tan) Querido Palmi 

(No tan) Querido Palmi 

Ok, ya sabemos que mi primera venida a Italia fue un poco fallida. El proyecto inicial nunca salió y tuve que volver a Argentina más quebrada que nunca y con una angustia que me agobiaba. Pero si bien no todo fue soñado, la ciudad de Palmi tuvo algunas cosas buenas, y otras que me ayudaron a crecer todavía un poco más. 

Uno de los desafíos más grandes con los que me encontré en este viaje fue el tema del idioma. Cuando me fui a Australia, si bien nunca antes había estado necesitada de hablar en inglés todo el tiempo, me sentía bastante cómoda con mi vocabulario y mi pronunciación como para no tener que preocuparme mucho por comunicarme. ¿Pero en Italia? Cuando llegué no sabía decir nada más que Ciao (hola/chau), grazie (gracias) y “il ragazzo mangia la mela” (el niño come la manzana). Duolingo fue de ayuda para esta última frase, pero digamos que a la hora de comunicarme realmente con alguien, estaba complicada. 

Por alguna de esas desgracias con suerte que suceden en la vida, mi novio consiguió un trabajo como camarero en un bar y le preguntó al dueño si no tenía algo para mí, teniendo en cuenta que no sabía hablar nada de nada. Su solución fue ponerme a entregar cornettos. Por si no lo saben, un cornetto es lo que nosotros en argentina conocemos como “croissant” (aunque la receta es un poco diferente), y en Palmi, del 15 de julio al 15 de septiembre se vendían a la noche como postre o colación post joda. Mi trabajo consistía básicamente en preguntarle a la gente que gusto quería, pedirles el ticket de la compra y entregarle la cantidad que hubieran comprado. Sencillo, rápido y sin mucha comunicación. 

El problema surgió cuando al mes de haber estado en este trabajo y solo haber aprendido a decir algunos verbos y como se decían las palabras: abajo, bolsa, bandeja y servilleta, el dueño decidió cambiarme y ponerme como camarera en el otro bar donde estaban mi novio, su primo y otra amiga. Si no tuve un ataque de pánico en mi primer día en ese trabajo pega en el palo. ¿Cómo se suponía que tomara una comanda si no sabía ni hablar? Fueron los peores dos meses de mi vida si tengo que ser sincera. Trabajamos entre 10 y 12 horas por día desde el inicio de la temporada, llegando a unas 16, uno de los días más fuertes de agosto, y sin días de descanso. Volviamos a casa a las cinco o seis de la mañana, después de haber estado corriendo toda la tarde y noche y atendiendo casi 50 mesas por noche cada uno. Si, cada uno, éramos solo cuatro camareros. Y a todo el desgaste físico que eso implicaba, había que sumarle el desgaste mental que suponía estar hablando y tratando de entender un idioma que no conocía y con el cual, vamos a ser honestos, estaba sumamente negada.

Pero, cada trabajo tiene su recompensa ¿no? En este caso olvídense de la recompensa monetaria porque esa casi no existió. Pero gracias a ese laburo conocí al grupo de amigos que formamos en Palmi, me pude ir de vacaciones a Cerdeña con Lu cuando terminó la temporada, aprendí a hablar un poco (y a lo Tarzan) en Italiano, y comí cornettos con nutella gratis todas las noches por lo que duró Agosto. Algo es algo. 

Si bien fueron dos meses muy desgastantes y duros, estar en la plaza principal de la ciudad todas las noches me permitió poder ver todos los eventos que fueron sucediendo en la ciudad durante el verano, y créanme que no fueron pocos. Hubo shows de luces, musicales, desfiles, y La Varia de Palmi (un evento del que les voy a hablar próximamente) y que aunque es algo muy extraño de ver, fue inolvidable. 

Una vez que terminó el verano, y pasaron nuestras merecidas vacaciones, hubo que volver a la búsqueda laboral y acá fue donde conseguimos el trabajo más random y que no hubiéramos pensado que íbamos a hacer estando en Italia: cosechadores de olivas. 

Contrario a los videos que vimos de la cosecha en Argentina o lo que uno puede esperar después de haber estado viviendo en Australia, acá la cosecha era muy a la vieja usanza. Se colocaban redes larguísimas, de 100 o 200 metros en el suelo, y (como la máquina nunca funcionó) esperábamos a que el viento tirara las olivas ya maduras al piso. Después íbamos juntando las redes, haciendo montoncitos que se pasaban a unos cajones y cargándolos en un tractor, para que el encargado del campo los lleve al “frontolio”, la fábrica de aceite. 

Nunca llegamos a probar el aceite proveniente del campo donde trabajabamos, pero los dueños de la casa donde vivíamos tenían otro campo y nos vivían regalando botellas de su producción. No tiene sentido lo gustoso que era, el mejor aceite de oliva que probé en mi vida. Ahora, ¿las aceitunas para comer? Es una tarea bastante difícil encontrar aceitunas que no sean amargas o duras. Después de haber probado muchísimas, puedo asegurar que sigo prefiriendo las aceitunas de nuestro país. 

Para el final de mi aventura en Palmi, y después de haber trabajado en distintos rubros, no solo estaba cansada físicamente, sino que no tenía la fuerza mental para quedarme en Italia y seguir luchando por la ciudadanía. Por lo que decidí volver a mi casa, descansar un poco, recargarme de energía y esperar los 90 días necesarios para poder volver a entrar como turista a Italia. 

El irme no fue difícil, ya estaba cansada de muchas cosas que no me gustaban de la ciudad y frustrada después de varias malas experiencias. Lo único que me costó fue irme sabiendo que probablemente no iba a poder volver a ver a todos mis amigos. Eso es lo que más me cuesta al irme de un lugar, saber que todos los amigos que me hice ahí van a seguir su camino también, y aunque la voluntad de reencontrarse siempre esté, cada vez se vuelve más complicado. 

Hoy, con varios meses transcurridos en el medio, puedo acordarme de estas cosas, estos trabajos y reirme un poco. Pero no fueron meses sencillos, hubo muchas emociones en juego y muchos problemas como para llegar al final de ese viaje tan cansada y enojada con Italia que no quería saber nada con volver (miren como salió eso). Pero de todo se aprende, creo que incluso las malas experiencias, o las no tan buenas sirven para algo, te dejan una enseñanza y algo de recompensa. En este caso, no querría que las cosas se hubieran dado de otra forma, porque sino hoy no estaría con Lu, ni tendría los proyectos que tengo. Quien sabe a dónde me habría llevado el destino. 

¿Y ustedes? ¿Tienen alguna experiencia no tan buena viajando que igual no cambiarían? ¿Se animarían a trabajar de cualquier cosa con tal de experimentar cosas nuevas? 

Espero que les haya gustado saber un poquito más de este viaje. ¡Nos leemos en la siguiente publicación!

PD: acá abajo les dejo una guía con palabras y frases (básicas) en italiano que, por lo menos a mí, me hubiera servido mucho saber antes de llegar. ¡Espero que los ayude! Haciendo click en el link la pueden descargar 😉

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2 comentarios en “(No tan) Querido Palmi 

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